ANA RODRÍGUEZ MANCHA
En la medicina, uno de los tantos temas prioritarios y de mayor auge es, sin duda, el relacionado con las enfermedades no transmisibles, uno de los grupos considerados como uno de los tres servicios básicos en la salud. En dicha clasificación se encuentran los padecimientos crónicos como la hipertensión arterial sistémica, la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades renales, las respiratorias, etc. Todo este conjunto de padecimientos representa el mayor gasto destinado para la salud, dividido entre medicamentos, rehabilitación y la atención de las complicaciones que de ellas emanan.
Respecto al impacto económico que traen consigo las enfermedades no transmisibles, a nivel internacional se sugiere que los países realicen una inversión mínima del 6% de su PIB (Producto Interno Bruto); sin embargo, pese a esta recomendación internacional, históricamente, en el pasado, países como México solo aportan el 3% de su PIB, lo que se traduce, entre otros factores, en la falta de medicamentos e insumos para la atención. Lamentablemente, para el 2025 se proyectó un recorte considerable en el gasto para la salud, aproximadamente de hasta el 0.5% del PIB, quedando en un total de 2.5%; es decir, en una inversión mucho menor que la sugerida para países de primer mundo. Dichas inversiones en los gobiernos del pasado en nuestro país tuvieron una corrupción escandalosa y sin precedentes, lo cual dilapidaba cualquier presupuesto que se asignaba al rubro de la salud. Por lo que se tuvieron que tomar medidas precisas e incluso drásticas en el tema, contrarrestando principalmente la corrupción e impunidad que había en el ejercicio de estos presupuestos. Ahora, con lo asignado, se trata de optimizar al máximo los recursos para una mejor atención que se oriente al bienestar de las y los ciudadanos, donde se atienda a derechohabientes y no derechohabientes por igual, respetando el derecho a la salud de todas y todos.
Dentro de las enfermedades cardiovasculares se encuentra la hipotensión arterial sistémica, estrella principal en acontecimientos vitales estresantes por los que atraviesa una persona, donde coloquialmente se expresa como “se me bajó la presión”. Esta afectación se traduce en que la fuerza de la sangre que se empuja contra las paredes arteriales es demasiado baja, lo que impacta significativamente en todos los órganos, disminuyendo la concentración de oxígeno al cerebro, corazón y algunos vasos distales. Se puede presentar en ambos sexos, pero tiene predominio en mujeres que cursan con un episodio emocional agudo (estrés, tristeza, enojo, etc.), en conjunto con la lipotimia (sensación de desvanecimiento), que se acompaña de dolor de cabeza, palidez, visión borrosa, cansancio crónico, aumento de sueño y pulso débil. El signo principal es una tensión arterial sistémica por debajo de 60 o 90 milímetros de mercurio en la cifra sistólica y de 40 o 60 en la cifra diastólica.
Muchas personas empíricamente tratan de contrarrestar los síntomas tomando “una coquita” o frotando “con alcohol el cuello, frente y nariz”, pero desafortunadamente estos remedios caseros no son la solución, ya que el tratamiento es individualizado y supervisado por su médico o médica.
Pero existen algunas recomendaciones de primeros auxilios para esta manifestación. Lo primero es guardar la calma, pedir de manera dirigida ayuda al 9-1-1, recostar boca arriba en una superficie plana al paciente en posición decúbito supino, siempre cuidando de no sufrir alguna lesión en la cabeza o extremidades. Posteriormente, se recomienda elevar las piernas a 90°, esto con el objetivo de acelerar el retorno de la sangre al cerebro y corazón para evitar la pérdida del conocimiento. Igualmente, se debe brindar una ventilación adecuada, retirar cualquier objeto que pueda impedir el buen retorno, como bufanda, corbata, cinturón, etc., y lo antes posible evaluar de manera integral al paciente con la toma de signos vitales que incluyan la tensión arterial sistémica, la frecuencia cardíaca, saturación de oxígeno y glicemia capilar. Algunas recomendaciones no farmacológicas para evitar la hipotensión son beber 2 litros de agua, añadir sal a la dieta siempre y cuando no haya contraindicación, realizar ejercicio físico de leve a moderado, no permanecer mucho tiempo de pie ni en ambientes muy calurosos, dormir con la cabecera levantada, evitar el estrés y el consumo de alcohol.
Como buenos mexicanos, siempre positivos, pero sobre todo precautorios ante las enfermedades, debemos trabajar en la prevención, invertir tiempo y cuidado en nosotros mismos y nuestras familias. La mejor arma que tenemos es compartir el conocimiento y replicar la información respecto a lo que se tiene que hacer, pues esto será la piedra angular para prevenir y controlar la aparición de enfermedades prevenibles en una búsqueda permanente de la salud, pues, habiendo salud, lo demás vendrá por añadidura.