Por Diego Varela
Hoy se hace propicio el día para celebrar y aplaudir a nuestras maestras y maestros, aunque el reconocimiento es de todos los días por la incansable y noble tarea de enseñar y orientar a nuestros niños y jóvenes, resaltar que la vocación y espíritu del maestro no termina a la salida de la escuela, hoy más que nunca nuestros niños y jóvenes necesitan de su ejemplo, sus consejos, sus orientaciones, pero sobre todo de su amor y vocación.
Para Fernando Savater la educación es la maximización de la condición humana a través del conocimiento, al igual que todo empeño humano y la educación es sin duda el más humano y humanizador de todos, pues educar es creer en al perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos, etc) que pueden ser sabidos y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento. De todas estas creencias optimistas puede uno muy bien descreer en privado, pero en cuanto intenta educar o entender en qué consiste la educación no queda más remedio que aceptarlas. Con verdadero pesimismo de unos cuantos puede escribirse y opinar contra la educación, superación y profesionalismo, pero el optimismo es imprescindible para estudiar y ejercer. Los pesimistas pueden ser buenos domadores, pero no buenos maestros. (Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia para aquellos que impiden de manera criminal la profesionalización y superación de sus colaboradores).
Otros pensadores como Kant asentaron que la educación nos viene siempre de otros seres humanos “hay que hacer notar que el hombre sólo es educado por hombres y por hombres que a su vez fueron educados”, de igual forma Marco Aurelio señaló “que los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padéceles”, al igual que Mantaigne señaló “que el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”.
Nuestras maestras y maestros nos ayudan en innumerables formas al progreso de la humanidad, nos enseñan a ser libres y sin embargo no se entrometen con nuestra libertad o libre albedrio, nos orientan y proponen pero jamás nos obligan, nos inspiran y nos sugieren, pero no nos ordenan, ellas y ellos nos enseñan en el aula, en la calle y en el barrio, enseña con su ejemplo de buen ciudadano, cuando vota, cuando participa y cuando ejerce sus derechos de forma correcta.
En consonancia con lo anterior y en palabras de un alumno (pepechuy) a su maestra (Angy) le manifestó que: “Hoy quiero expresar mi más profundo agradecimiento a usted. Que ha sido mucho más que un docente, ha sido mi mentor, guía y fuente inagotable de inspiración. Me ha compartido su conocimiento, desafiándome a superar mis propios límites y me ha enseñado el valor de la perseverancia. Su impacto va más allá de las materias que me enseñó, pues me ha ayudado a crecer como individuo seguro de mí mismo. Por ello estaré eternamente agradecido por su dedicación y pasión por la enseñanza. Su amor por la educación me ha dejado una huella eterna en el corazón”. (Con gratitud y cariño, Pepechuy)
De tal suerte que hoy y siempre es indispensable reconocer a los maestros, la inminente dignidad que les confiere su naturaleza humana y el rango espiritual y social de la actividad docente, pues el maestro tiene una función por demás vital en la sociedad, porque educar es iluminar la razón del prójimo con la luz de la verdad y encender el corazón de los demás hacia los ideales y los valores de la vida. Lo anterior resulta por demás importante: los valores y los ideales que día con día cada maestra y maestro transmiten a sus educandos en el entorno de su escuela y calidez que dan a sus aulas, y es ahí en las aulas donde Maestras y Maestros con su esfuerzo y dedicación cultivan a los alumnos del presente y pioneros del mañana.
Hoy es ocasión especial para hablar y resaltar la vocación de nuestras maestras y maestros, es oportunidad de reconocer la dedicación de sus vidas para la formación de conciencias, para la lucha contra la ignorancia y la ignominia en la superación perseverante de nuestros niños y jóvenes. Hoy celebramos el aspecto humano de quienes nos han dado las herramientas intelectuales para trascender en la esfera de la dignidad personal y con destino al bien común.
Sirva esta pluma y esta voz para hacer una merecida felicitación a todas aquellas y aquellos que tienen ya una larga trayectoria al servicio de la educación, a nuestras maestras y maestros que han sido parte de la formación de generaciones y generaciones de seres humanos, independientemente de su condición pública o privada, del grado o nivel del que formen parte, de lo urbano o lo rural de su localización geográfica.
Nuestras maestras y maestros se han ganado un lugar importantísimo en nuestra comunidad. Tan importante es dicho lugar y respeto que se les tiene, que todos guardamos con admiración y respeto sus ejemplos y enseñanzas. Esta imagen y remembranza de nuestras maestras y maestros sigue y seguirá vigente a pesar del tiempo y transcurrir de las generaciones, y nos impulsa a homenajearlos con mucho cariño y compartir nuestro agradecimiento, a toda su generosidad, toda su contribución para el progreso de nuestro municipio, nuestro estado y la gran nación que tenemos como país.
Hoy más que nunca se hace necesaria la labor del docente en unión y correspondencia con los padres de familia e instituciones gubernamentales para lograr por medio de la educación comunidades de armonía, paz social y una cultura de la legalidad, refrendar el compromiso común y reafirmar con certeza, nuestra recíproca convicción de una educación con valores, con responsabilidad, con calidad y con dirección inobjetable hacia la excelencia.
Maestras y Maestros por lo anterior y muchas cosas más. Gracias por ser y por estar.