Por José Juan Espinosa Zúñiga
Ninguno protestará ante la sentencia de que Borges es un escritor sapiencial. Nadie que se haya aventurado en sus renglones ha terminado de leerlo sin que lo aborden dudas, digresiones y epifanías. Sus textos siempre me han motivado a ir a otros textos y a otros autores. A propósito de su 37 aniversario luctuoso, hace algunos días me acerqué a una obra del escritor argentino que había leído a vuelo de pájaro y que siempre había tenido ganas de comentar. Me refiero a su Historia universal de la infamia, la cual vio luz por primera vez en 1935.
Como adelanta el título, la infamia es el hilo conductor de esta compilación de cuentos. En esta ocasión quiero detenerme sobre El atroz redentor Lazarus Morell o, mejor dicho, sobre la idea que inaugura el relato. En un tono punzante, Borges exhibe el discurso estamental de los “hombres santos” que erigieron el Nuevo Mundo. Señala como fray Bartolomé de las Casas pidió al rey Carlos V que, ante la extenuante carga que sufrían los indígenas en los albores del siglo XV, se importaran negros que los remplazaran en su trabajo infernal en las minas.
La denuncia de Borges no está lejos de la llamada verdad histórica. La protección de los indígenas estuvo aparejada a la explotación de los negros. Especialistas en el tema como Enriqueta Vila Vilar han llamado la atención sobre el hecho de que incluso los religiosos protectores de negros, como el jesuita Alonso de Sandoval, exigían a la Corona un mejor trato para los africanos; sin embargo, nunca llegaron a proponer su libertad. Los ejemplos son muchos. La Santa Inquisición no juzgaba indígenas por ser “nuevos en la fe”, sin embargo, los negros y sus costumbres fueron víctimas habituales de los inquisidores.
El texto de Borges me ha hecho reflexionar sobre los miserables de nuestro tiempo. Y no sólo me refiero a las víctimas normalizadas: negros, mujeres, enfermos mentales y homosexuales, sujetos en torno a los cuales giran los sistemas hegemónicos raciales, sexistas y eurocentristas, sino también a los victimarios. ¿Quiénes estamos jugando el papel de fray Bartolomé de las Casas o Alonso de Sandoval? ¿Los miembros de ONG´s? ¿Los partidos políticos? ¿Quizás los intelectuales? ¿Será que la lástima que sentimos por distintos grupos está obnubilando el sufrimiento de otros?
Como adelantaba al inicio de este breve ensayo, Borges siempre me invita a reflexionar y cuestionarme. Las preguntas que planteo quedan sobre la mesa; seguro hay muchas más. Me atrevo a señalar que, al igual que los hombres y mujeres del Antiguo Régimen ayudaban y explotaban a negros e indígenas a partir de valores hegemónicos de poder, hoy en día lo seguimos haciendo. Investigar quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos siempre será el motor de la historia, pero, como diría Borges, “Ala sabe más”.
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Bibliografía:
Jorge Luis Borges, Historia universal de la infamia, México, Penguin Random House, 2019.
Enriqueta Vila Vilar, “La evangelización del esclavo negro y su integración en el mundo americano”, en Ares, Berta y Stella, Alessandro (coords.), Negros, mulatos, zambaigos: derroteros africanos en los mundos ibéricos, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000.