¿Cuáles son los límites de nuestro cuerpo? Despiertas todavía con los ojos entrecerrados y ves el horizonte a medias, el cabello desaliñado es la libertad de perder el control que te acecha en la vigilia, sirves las croquetas nuevas a tu gata y luego bebes café o te recuestas otro rato. A veces es apremiante salir de casa, entonces corres a la ducha y cuentas los minutos con dos canciones aleatorias, tres son demasiadas para las personas impuntuales que ya deben estar en otro sitio.
Sales de casa y los poros se abren para recibir la peculiaridad de la atmósfera: demasiado sol, mucho viento, la humedad en la mejilla que ya está fría, el adoquín mojado debajo de las botas, la acera caliente, los niños que corren a entrar o salir de la escuela, el repique de las campanas o el llamado del tren.
Entonces, andas por la vida existiendo en el cuerpo, una casa que se abre de vez en cuando para dejar que otros habiten en ti, te sientas en la silla adentro de una oficina ocho horas, en una banca de un parque genérico lo que dura un cigarrillo o en el asiento de un auto, de un camión, metro o tren ligero para mover tu existencia de un lugar a otro.
Sin embargo, los ojos cambian cuando colocas tus audífonos, te pones lentes de turista en la ciudad que habitas o comes tu dulce favorito en el trayecto, cuando cierras los ojos y sientes la marea alta, baja, intensa, cuando tus dedos se convierten en baquetas y el olor olvidado en una bufanda te recuerdan olvidadizos memoriosos que son en sus propios cuerpos, espacios y tiempos.
Habitar conscientemente tu cuerpo es pararte en una plaza llena de gente que camina cíclicamente una y otra vez, habitar las pestañas, los labios y los dedos meñiques, apropiarse de los caminos, a través de la danza ondulante de las manos, y las carreteras hacerlas nuestras a través de la resignificación de una ida sin retorno, o un retorno sin marcha previa.
Si somos y estamos en la vida misma a través del cuerpo, esto se puede llevar también a la esencia misma de la existencia: el arte. Habitamos también el arte a través de nuestra corporalidad, nacemos de nosotros para nosotros a través de nuestra piel, del aliento a la música, de los ojos a la fotografía, por ejemplo, de los dígitos al papel con sus texturas y los mundos posibles, también del viento a la cadencia.
Mayté Esparza nos habla de ese habitar el arte desde la libertad, la exploración de las posibilidades a través del performance y el eventual encuentro entre involucrarse y ser mediante el arte-acción. Los horizontes se abren tras cinco años de realizarse el Encuentro Internacional de Performance No Lo Haga Usted Mismo (ENLHUM) y con estas líneas de batalla se arrastra, come, respira y siente “la emancipación del cuerpo”, como nos lo cuenta ella.
Porque sólo conociendo las tradiciones, puedes obtener ruptura −como bien lo sabemos−, sólo la crisis atrae movimiento –como se nos ha obligado a aprender a punta de la experiencia− y a través de las tensiones puedes resistir al embate de continuar, por eso celebro que se rompan las membranas del espacio-tiempo paradójicamente con lo que más nos ata al espacio-tiempo: nuestro ser físico que se trastoca hasta convertirse en silencio y vacío, pero también en una bella paradójica, pues –como lo afirma Mayté− “hacemos performance desde constreñir nuestras posibilidades, medios y cuerpos al límite para alcanzar una dosis de libertad que nos otorga el coexistir, la organización también es condición lo haga o no usted mismo”.
Queridos lectores, en este número de El Mechero les invitamos a abrazarse a sí mismos, a resistir con sus propia corporalidad los embistes que están siempre a la vuelta de la esquina, debajo de la cama o encerrados en el clóset que no abrimos por temor a encontrar un agujero negro. Les invitamos a tomar su cuerpo y meterlo en la maleta que lleven a la próxima estación, que su vida misma sea un performance y que el arte no falte en el primer respiro del día, en cualquier modalidad que ustedes prefieran.
Les invitamos a leer un libro sólo porque el autor tiene el apellido más impronunciable de la existencia y sorprenderse gratamente de la extrañeza, lo incómodo y lo raro que sólo se encuentra a través de la curiosidad, no pierdan ese llamado curioso, tal como le sucede a Daniela Albarrán en “Te amaré por siempre: una reseña de Siamés, de Stig Sæterbakken”.
Además, también les invitamos a disfrutar de los encuentros y las casualidades, de lo que se guarda para después porque es demasiado valioso para quemarlo en la primera oportunidad: contener el aire para respirar con mayor profundidad a futuro, tal como lo ejemplifica Ezequiel Carlos Campos en “Una entrevista de ensueño” y la genuina desnudez a través de las palabras que sólo cinco días de convivencia pueden llevar a la visión en la gruta, como pasó entre David Foster Wallace y David Lipsky.
Porque los espacios también son anclas de nuestra niñez que determinan nuestra visión del mundo y los choques de realidad que nos abrirán los ojos con sencillas epifanías, Kassandra Mireles nos trae una pequeña postal de “Un azulejo del semidesierto en la ciudad del smog”.
Si de habitar el cuerpo y el arte se trata, les dejamos al experto Óscar Édgar López, quien se ha convertido en un gran maestro de la corporalidad desde lo incómodo, de la belleza desde el absurdo y que, en esta ocasión, nos habla de “El indie fresnillense y su profeta” y “la necesidad muy humana por alcanzar un sueño pleno, una dicha analgésica, será una constante en la existencia de cualquier ente envenenado de rutina”.
De igual forma, su texto nos lleva en un cauce natural de la vigilia al desvelo, de nuestros interiores a la contraportada con la imagen del álbum La Alegría de los Tristes, de Ranulfo el Contador.
Y para seguir moviendo los dedos y los ojos, les dejamos cinco poemas de Silvia Madero, quien nos habla de familias, casas, cotidianidad y rupturas, las posibilidades trastocadas en rabia, la melancolía del ornamento transfigurada en la nostalgia de lo que ya no es; seguimos hablando del cuerpo porque –tal como lo dice la poeta− “He colocado mi ser y extensión en vocecitas blandas y asustadizas/ De todos los que vienen, frágiles/ Arrastrados fuera de los errores del vientre”.
No olviden colocar su canción favorita, saborear la acidez de las aventuras nuevas, habitar su cuerpo pixel a pixel y no olviden que juntos incendiamos la cultura.
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero