DAVID CASTAÑEDA ÁLVAREZ
Imagina una casa. Luego imagina que escribes sobre esa casa. Luego imagina que esa casa se transforma en escritura. Una casa dibujada con letras. Una casa de letras. Un objeto que se auto escribe. Una grafía que es trazo. Escritura muda, pintura parlante. Puede estar en un cuadro o en un libro. Esa casa que imaginas es un caligrama. Así se conoce en la actualidad.
En 1918 el francés Guillaume Apollinaire publicó un libro con el mismo nombre. En ese libro, el autor imaginó caballos, torres, fuentes y corazones invertidos. Eran poemas. Eran poemas en forma de caballos, torres, fuentes y corazones invertidos. Dos años después, el mexicano José Juan Tablada hizo lo mismo en su libro dedicado a Li-Po, un poeta chino que murió tratando de abrazar la luna en un estanque de agua. Tablada amplió el repertorio de Apollinaire: sapos, playas, aves y, por supuesto, lunas.
Dicha escritura no es tan reciente como parece. Los griegos realizaron este tipo de juegos a los que Ausonio llamó technopaegnia, que etimológicamente quiere decir “divertimentos técnicos”. Los latinos los llamaron carmen figuratum (poema figurativo) de los que se derivan los carmina quadrata y carmina cancellata, artificios muy parecidos a las actuales sopas de letras. Durante la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, se popularizó el término laberinto para denominar tales ejercicios.
Sin afán de generalizar demasiado, puede decirse que, antes de los Barrocos (europeos y americanos) esta poesía figurativa y/o artificiosa no buscaba, como tal, la experimentación de la forma y el asombro estético, tal y como podría interpretarse con las piezas de Apollinaire y Tablada. Su trasfondo era otro: panegíricos, símbolos religiosos, certámenes literarios, ostentación del ingenio, etc.
El caligrama tuvo abuelos muy solemnes y teológicos. Gustaban de expresar cruces, túmulos, soles combinatorios, tableros, laberintos, etc., en ejercicios de enigmas que encerraban otros enigmas, puestas en abismo de su propia significación. Perseguían la sentencia horaciana ut pictura poesis, “así como es la pintura, debe ser la poesía”.
En mi época, me gusta la idea de que el caligrama puede tener otras funciones. En las escuelas secundarias, por ejemplo, en determinados contenidos de lenguas y lenguajes, se realizan actividades con juegos poéticos para sensibilizar la creatividad y emociones de los jóvenes. He visto piezas maravillosas con la dignidad de una antología o una exposición en cartel.
El caligrama es una pintura que habla. Imagina una casa hecha de palabras. Es una casa que puedes habitar con tu propio lenguaje. Puedes estar a solas o acompañado. En esa casa caben todos, pues sus posibilidades son iguales al número de veces en que se pueden combinar las letras, los sonidos y las formas geométricas. Es un poema también. Y el poema es una casa que se habita. Una casa con la puerta abierta y muchas ventanas. Imagina que pintas un caligrama infinito, el caligrama de tu propia vida. Quizás, si lo vemos desde lejos, esa escritura vaya más allá de aquella casa imaginada y dibuje el mapa de una isla y un tesoro. O quizás dibuje el retrato de una persona que no conocemos del todo: la cara de nosotros mismos.
Fuente: Hermann Nesser, Liber varias diversasque characterum formas continens Scriptore Hermanno Nessero Antuuerpiensi (manuscrito), entre 1501 y 1700? Biblioteca Digital Hispánica-Biblioteca Nacional de España.