Alicia Enciso
¡Saludos, estimado lectores! Me gustaría relatarles sobre una experiencia musical única que tuvo lugar en la vibrante ciudad de Múnich, en el sur alemán, donde las notas de la guitarra del músico zacatecano Alejandro Carrillo Gamboa transportaron a la audiencia a las cálidas tierras de México.
En una noche más cálida de lo común y más relajada, después de la efervescencia del Oktoberfest, el escenario de la sala “Saal X” en el nuevo Gasteig HP8, se iluminó con la presencia magnética de Alejandro, un virtuoso guitarrista mexicano, cuyo talento ha resonado mucho en Europa. Múnich, conocida por su diversidad cultural, abrazó con entusiasmo la propuesta musical que prometía un viaje directo al alma de México. Los acordes musicales empezaron a sonar y el escenario se iluminó con los colores mexicanos: verde, blanco y rojo; y en el centro del escenario aparecía Alejandro.
El repertorio fue cuidadosamente seleccionado, y desde los acordes iniciales, Alejandro tejió una narrativa sonora que recordaba a los asistentes las raíces profundas de la música mexicana. Desde las nostálgicas melodías de Manuel M. Ponce hasta la exuberancia del Pastorcillo, cada nota resonaba con la riqueza de la cultura mexicana. El concierto comenzó con la suavidad de “Retrato Navideño”, una composición propia que hizo que el público se balanceara al compás de la guitarra. Otras composiciones propias que Alejandro interpretó fueron “Ilusión” y “Canción de Cuna”. Con canciones propias como las antes señaladas, Alejandro, con maestría, guiaba a la audiencia a través de un paisaje musical donde el amor, la pasión y la melancolía se entrelazaban en armonía.
A medida que avanzaba la noche, el repertorio abrazaba la diversidad de estilos mexicanos y algunas otras canciones latinoamericanas, como “Por una cabeza”, de Carlos Gardel. Desde la cadencia de un bolero como “Bésame Mucho”, hasta la energía contagiosa de “La Bamba”, cada canción era un destello de la riqueza musical de México. Los asistentes, con ojos brillantes y corazones latiendo al ritmo de la guitarra, se dejaron llevar por la magia de la interpretación de Alejandro.
Uno de los momentos destacados fue cuando el guitarrista interpretó las Malagueñas, mezclando maravillosamente la Malagueña española con la “Malagueña salerosa”, amalgama que desafía las habilidades técnicas de cualquier músico, sin dejar de mencionar la habilidad vocal de Alejandro para cantar esta canción. Con estas canciones y la magnífica interpretación, las emociones, especialmente de los mexicanos que asistimos, resonaban de verdad en el recinto. Al final del concierto, la audiencia no pudo contener entusiasmo y agradecimiento y los aplausos retumbaron como un eco. El guitarrista, sonriente, agradeció a la audiencia y compartió la alegría de llevar la música mexicana a tierras alemanas.
El concierto de Alejandro Carrillo fue más que un concierto: un puente cultural que conectó dos mundos a través de la universalidad de la música. En esa noche mágica, la ciudad cosmopolita alemana se sumergió en la pasión y la poesía de México. ¡Viva la música, viva la multiculturalidad!