FROYLÁN ALFARO
Imaginemos por un momento, querido lector, que dentro de usted reside un alma que ha vivido muchas vidas antes de la suya. Esta alma, cargada con recuerdos y experiencias de eras pasadas, ha viajado a través del tiempo y el espacio, habitando diferentes cuerpos, conociendo otras culturas, y enfrentando desafíos inimaginables.
De vez en cuando, tal vez, siente un profundo sentido de sabiduría que no parece corresponder con la corta duración de su vida actual. Puede que, en esos momentos, alguien le haya dicho: “Tienes un alma vieja”. Yo se lo he dicho a más de una persona que he conocido. Pero, ¿de dónde viene esta idea?
Para entender esto, debemos remontarnos al filósofo griego Platón, quien creía firmemente en la inmortalidad y transmigración de las almas. En su diálogo “Fedón”, describe el alma como algo eterno, que nunca perece, pero que sí puede cambiar de cuerpo. Para él, la muerte no era el fin, sino más bien una transición: el alma abandona su envoltura corporal, se purifica y, eventualmente, reencarna en otro cuerpo, continuando así su viaje por la eternidad.
Esta idea de la transmigración de las almas no es únicamente filosófica, sino profundamente espiritual. Platón la presenta como una explicación de la justicia cósmica. Las almas que llevaron vidas justas y virtuosas renacen en mejores condiciones, mientras que aquellas que cayeron en la corrupción pueden reencarnar en seres inferiores o enfrentar desafíos mayores en su próxima vida (similar al samsara en doctrinas como el hinduismo y el budismo). Este ciclo, según Platón, es una oportunidad para que el alma mejore, crezca en sabiduría, y se acerque cada vez más a la verdad y al bien.
Ahora bien, ¿cómo se relaciona esto con la noción moderna de tener un alma vieja? La expresión sugiere que algunas personas parecen poseer una profundidad y madurez que no se corresponde con alguien de su edad. Podríamos decir, en términos platónicos, que estas personas tienen un alma que ha vivido muchas vidas antes de ésta. En cada encarnación, el alma acumula experiencias, conocimiento y, si ha aprendido bien sus lecciones, una especie de sabiduría innata.
Platón creía que esta sabiduría no era sólo fruto de la experiencia cotidiana, sino del recuerdo. En su famosa teoría del conocimiento, conocida como la anamnesis, sostiene que todo aprender es, en realidad, recordar. Las verdades universales, como las ideas del bien, la justicia y la belleza, ya están presentes en nuestra alma desde antes de nacer, porque el alma ha tenido contacto con esas verdades en vidas anteriores o en un estado puro antes de encarnarse. Así, cuando una persona parece “saber” cosas que otros no comprenden con la misma facilidad, Platón diría que esa alma está recordando lo que ya sabía de vidas anteriores.
Pensemos, entonces, en aquellos momentos en los que sentimos una especie de déjà vu, o cuando alguien demuestra una comprensión natural de temas que otros luchan por dominar. Podríamos ver esto como un indicio de una transmigración exitosa: un alma que, habiendo vivido muchas vidas, ha acumulado conocimientos y ahora recuerda fragmentos de ese saber. Tal vez ésa es la esencia de lo que llamamos un alma vieja. Es una entidad que ha viajado por el río del tiempo y, en cada parada, ha recogido pequeñas joyas de sabiduría que ahora brillan en su vida presente.
Pero Platón también advertía que no todas las almas son igualmente sabias. Algunas se dejan arrastrar por los placeres mundanos o las pasiones desmedidas y, en lugar de crecer, se estancan o incluso retroceden. Estas almas pueden necesitar varias vidas más para alcanzar una verdadera comprensión. Así que, aunque la expresión «alma vieja» suele tener una connotación positiva, desde la perspectiva platónica, no todas las almas han aprovechado sus oportunidades de la misma manera.
En este sentido, la columna de hoy es sólo una invitación a reflexionar sobre el propósito de nuestras acciones en el presente. ¿Estamos, como Platón sugeriría, cultivando la virtud y acercándonos al bien, o estamos desperdiciando esta encarnación en la búsqueda de placeres pasajeros? Tal vez cada decisión que tomamos no sólo afecta esta vida, sino que prepara el terreno para las futuras encarnaciones de nuestra alma. ¿Será que, de alguna forma, nuestras almas realmente han vivido antes y seguirán viviendo después de nosotros? Como siempre, la pregunta queda abierta para usted, lector.