Marifer Martínez Quintanilla
Hace siete días empezó a descender la temperatura en Madrid. Después de las últimas semanas de calor, por fin dijimos adiós al verano y saludamos a un otoño que llega más frío que el año pasado y con más lluvia. Así, el jueves 19 de octubre, de camino al Museo Nacional del Prado, caminaba contra la cortina de agua que cerraba mi paso y mi vista. Bajo por la calle Plaza de las Cortes hacia la Fuente de Neptuno, cruzo la avenida Paseo del Prado y llego al museo. Todo fuese por escuchar a Anne Carson dar una conferencia magistral sobre la Duda.
La cita era a las 19:00. Y sin embargo llegué a las 16:40, con un paraguas que, ese día, decidió presentar una fuga, escurriéndome pequeñas y constantes gotas directo en la nuca. Me acerco a la taquilla a preguntar por la ventanilla que estará otorgando las entradas gratuitas y la encargada me indica que me quede justo donde estoy parada: ahí empieza la fila y la ventanilla 1 abrirá a las 18:00. El agua no hace más que arreciar sobre mí. Dudo: ¿espero o me busco un café donde refugiarme? Pues espero. No hay manera de que me pierda la conferencia por ir a calentarme en un café, así el precio sea unas medias húmedas y una recaída en la infección de garganta.
Una hora y veinte después, entramos.
El auditorio del Museo del Prado es relativamente pequeño si se compara con las enormes salas de pintura y con la expectativa que una tiene, pero compensa, ya sea por la iluminación y los colores de la madera, con una sensación más cálida y próxima entre la audiencia y la conferencista.
Pasa otra hora de espera para la inauguración. Se abre una puerta del lado izquierdo del escenario y salen los directores, coordinadores de la Conferencia José Pedro Pérez-Llorca 2023 y la invitada de honor: Anne Carson. Vestida de traje negro, con su camisa blanca y su corbata roja con un dibujo que no alcanzo a distinguir, el cabello gris suelto hasta los hombros camina sobre el escenario y se dirige a su asiento, pero antes, desde las butacas, empezamos a aplaudir. Somos muchos jóvenes lectores entusiasmados con su presencia y su palabra.
Empieza el evento puntual y ordenadamente: el protocolo pide que se hagan las introducciones formales a los presentes, el agradecimiento institucional, y dan paso, por fin, a la tersa y segura voz de Anne Carson.
La duda. La duda y El perro semihundido de Goya son dos de los ejes principales de esta conferencia. I have to think through these issues of Goya in my own way, dice la escritora a manera de disculpa al reconocer que sus pensamientos, disertaciones, deslizamientos acerca de la pintura del artista español se rigen desde el ejercicio de su mirada. Y aparece, entonces, el tercer eje de su conferencia: la mirada, la contemplación: “La contemplación es más intensa que el acto ordinario de mirar”, dice mientras recuerda a Rilke y el concepto que toma del alemán: in-see. Observar desde dentro, penetrar en lo que se ve. Ver algo desde el centro.
Su disertación se construye en seis puntos y, sin embargo, su discurso no es directo, no tiene un objetivo más que el de rodear una imagen. Cada uno de los puntos vuelve al anterior, se adelanta dos puntos, regresa a sí mismo; se traza un movimiento descentrado con el que Carson explora la mirada del perro semihundido que en inglés está titulado como drowning dog y, sin embargo, no hay agua en esa pintura: ¿quién lo observó y vio un ahogo donde hay un hundimiento? ¿Y quién dice que está hundido y no detrás de un cúmulo de arena?
¿Qué hay en ese vacío amarillo que el perro observa? ¿Qué había en la mirada y acto de Goya al crear sus Pinturas negras? ¿Por qué son tituladas así? ¿Se debe al pigmento negro que predomina, a la probable melancolía en la que había caído el pintor, a los temas oscuros de las pinturas? ¿Por qué las pinturas se hicieron sobre el yeso y no en lienzo? ¿Por qué Goya pintó estas obras encima de otras? Debajo de las Pinturas negras, en la Quinta del Sordo, la casa en que vivió Goya e hizo esta obra, había otras pinturas: ¿dónde y cuándo y por qué dudó Goya al momento de pintar sobre pinturas anteriores?
Carson penetra en la mirada del perro y duda sobre sus propias conclusiones, ideas y conjeturas. Y así, también, nosotros dudamos de las conclusiones que hayamos podido tener y nos planteamos nuevas preguntas y aproximaciones.
Discurre la conferencia por temas diversos, uno de los cuales marca un tipo de directriz en su conferencia. La circularidad de un escritorio redondo. Sin norte ni sur, sin linealidad, sin orientación, un escritorio así afecta la manera de trabajar… y de pensar. Como las pilas de trabajo que Carson intentó acomodar en su escritorio redondo, los temas diversos empiezan a apilarse en la conferencia: el trabajo, la mirada, el tiempo o, historias de perros (los de Napoleón, el duque de Wellington), el centro o la falta de centro y cómo éste afecta y se estanca en la forma que pensamos y las cosas-sin-borde, the edgeless and boundless things, boundless gaze… Las orillas. Una mesa redonda no tiene orilla, por tanto, no tiene balance, piensa la escritora. Y el perro de Goya, ¿ve él alguna orilla y teme caer mientras ve un vasto vacío amarillo? Dudamos.
¿Qué es lo que observamos nosotros en la pintura, en una imagen? ¿O qué creemos que el pintor observó al momento de pintar? ¿Cuánto no está perdido de vista? Algunas de las ideas sobre la contemplación, el in-seeing del que habla Carson me lleva a pensar en algunas ideas que otro autor, Pascal Quignard, trabaja sobre la imagen: a toda imagen particular falta otra imagen particular1. Si Carson habla de penetrar en la imagen, in-seeing Goya’s dog, con Quignard la contemplación se sitúa desde otro punto dentro de la circunferencia de la mirada: la desideratio, la dicha de ver incluso lo ausente; y entre estas dos premisas en apariencia inconexas, encuentro un centro: la duda, la falta de certeza de qué es lo que se está observando.
Carson mantuvo correspondencia por e-mail con un curador del Museo Nacional del Prado y le reveló una imagen diferente del cuadro de Goya, una imagen que falta, para citar a Quignard: antes de retirar las Pinturas negras de los muros de la Quinta del Sordo en 1823, se hicieron fotografías y estudios a las pinturas en 1817. Así fue como supieron que detrás de dichas pinturas había otras y no sólo eso. Detrás del Perro semihundido se alcanzan a ver lo que parecen dos pájaros, arriba, en diagonal con la mirada elevada del perrito. Dudamos entonces, otra vez, de qué vemos en la imagen, y también de cuál sería el original de la pintura. Eso que se perfila, ¿son pájaros o son manchas? ¿Eran parte de la pintura y luego Goya dudó y los cubrió con un vacío amarillo o eran parte de una pintura anterior y diferente?
Hay, en las imágenes, algo que se nos escapa, algo que falta; luego, dudamos. La duda, dice Carson, es ignorancia que proviene del latín, pero, añade, significa perdonar. Yo, si me es permitido, agrego de la mano del escritor francés: frente a la duda y la ignorancia, con las imágenes se pre-medita: hay un pensamiento guardado en las imágenes y es la contemplación, el in-seeing, lo que nos permite rodearlo, si no es que aprehenderlo.
La conferencia completa, con intérprete o en inglés, pueden verla en: https://www.youtube.com/watch?v=9XwyWNYo14A
NOTA A PIE DE PÁGINA:
1Sobre este tema publiqué el artículo El presagio de la imagen, la mujer que falta: https://revhumanitas.uanl.mx/index.php/r/article/view/42