Se abren los ojos y se petrifica un momento. Se guarda a veces en el cofre de las postales visuales que uno va adquiriendo conforme pasa por lugares y situaciones dignas de recordar. A veces son internas, regalos propios para próximos recordatorios de que se estuvo ahí. Otras veces se tiene a la mano una cámara y el ojo se convierte en aquella mirilla, una extensión del cuerpo al papel, a la pantalla en algunos casos, a la cinta o el proyector, en estos tiempos incluso en unos cuantos segundos en el vasto lapso que habita en YouTube.
Ahora, bien, hay personas que no sólo toman la cámara, sino que se colocan un abrigo revestido de compromiso social y le quitan al lente las legañas para que vea con la sinceridad y la honestidad de lo bello, lo estético y la composición, pero también se busca lo justo, lo real y lo desgarrador.
Diana Valdez es una joven fotoperiodista que comienza a incursionar en el mundo del documental, es una mujer joven que, teniendo la posibilidad de hacer muchas otras cosas, ha decidido hacer testimonio visual de la intimidad de las madres y familiares de los desaparecidos en Zacatecas, que no son pocos. El acercamiento, siempre respetuoso y con amor, le ha permitido llevar las historias de estas familias que tienen vacíos en su vida cotidiana, que han cambiado la forma de vivir porque ahora sólo importa una cosa: encontrarlos.
Diana es una fotógrafa que contagia con su sensibilidad, es conmovedor ver su obra, la instalación de rafia roja, que se ha resignificado en los últimos meses, y las cartas que acompañan las fotografías de zapatos sin pies, ropa que no tiene a quien vestir, madres a las que les faltan sus hijos en sus abrazos. Es imposible salir impunemente, no se puede ver un poco el inframundo y regresar con el corazón intacto, pero lo importante radica precisamente en ello: en este mundo nadie está exento de quedarse en esta zona de silencio, todos corremos el riesgo de tener una ausencia o convertirnos en una.
Sin embargo, Diana nos da varias lecciones: acercarse con respeto y amor, no ser amarillistas ni intercambiar la sensibilidad por una buena foto, la empatía nace desde conocer el dolor y permanecer de pie, frente a las crisis y los miedos, es una decisión que se toma todos los días.
Diana dice: atreverse a crear y yo también lo creo así. Lo importante es venir al mundo a testificarlo: atreverse a decir sí, a dar un paso, tomar una foto o bailar en medio de una plaza, atreverse a recorrer los callejones del mundo y dejar una palabra, una voz o un retrato. Atreverse a vivir, a sabiendas de que existir significa deslizarse del inframundo al paraíso, significa ser en el contraste.
No olviden quitar las legañas y sacudir el cuerpo, atreverse a hacer aquello que han dejado pasar, no olviden atreverse a crear, a ver el mundo, a testificarlo. No lo olviden: ¡juntos incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero