Por Carolina Díaz
En salud reproductiva, el problema más apremiante y urgente es el del embarazo adolescente, pues se considera el resultado de deficiencias tanto del Estado como de la propia comunidad: pues implica que las adolescencias no pueden tener una vida sexual plena, con conocimiento y autonomía sobre sus propios cuerpos. Pues, estadísticamente el embarazo adolescente es no planificado ni deseado en una proporción mucho mayor que en otros grupos de edades.
Los principales factores causales del embarazo adolescente son: inicio precoz (y desinformado) de la vida sexual, pobreza y uso de drogas (donde se incluye el alcohol). Todos estos factores son el resultado de la desigualdad económica, educativa y de acceso a servicios de salud. Además de estos condicionantes, un embarazo adolescente implica riesgos para la vida y salud tanto del producto como para la madre. Por lo que independientemente de que sea una decisión autónoma, sigue siendo un problema de salud pública por la probabilidad de que su evolución culmine en complicaciones o enfermedad para la adolescente y para el producto.
Sin embargo, algunas de las respuestas de la sociedad a este problema han sido inapropiadas, pues dos de las más comunes son: el aborto (en términos legales e ilegales) y los matrimonios forzados. Esto deja de lado la prevención y promoción de la salud, pero sobre todo la autonomía y libertad de elegir libremente lo que mejor se valore para sí mismo. Un dato relevante es que México es uno de los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico con las más altas tasas de embarazo adolescente. Lo que significa que para la sociedad mexicana, es un problema no sólo sanitario, sino económico y social, que influye de manera negativa sobre el bienestar y salud de los adolescentes mexicanos.
Una vez presentado este problema se puede aterrizar en la siguiente pregunta: ¿Cuál es la solución para el embarazo adolescente en México? La respuesta no es única ni contundente, pues al ser un problema donde intervienen diferentes condicionantes, su solución también es diversa y multisectorial. Una de las salidas propuestas es la de generar educación sexual de calidad que sea integral y transversal: desde la educación básica hasta la educación superior. Donde los principales objetivos sean desmitificar los miedos y creencias sobre los métodos anticonceptivos. Además, es necesario reevaluar el enfoque preventivo, pues la visión biologicista es sumamente limitada, pues no incluye elementos culturales, geográficos, sociales o psicoemocionales de este fenómeno, los cuales permitirían un abordaje enfocado en promover la decisión informada y autónoma sobre la salud sexual y reproductiva de nuestros jóvenes.