
Por Citlaly Aguilar
Luego de las largas filas en el cine para ver las dos películas que son el éxito taquillero del verano, Barbie y Oppenheimer, es evidente una constante: el patriarcado.
En Barbie, filme dirigido por Greta Gerwig, se muestra una sociedad dirigida por barbies, donde los hombres son sólo un accesorio. En ese sentido, pareciera el mundo del revés. Al menos yo me sentí identificada con Ken todo el tiempo.
Si bien el mundo de las barbies pareciera utópico para quienes somos mujeres, en realidad es sólo una copia del mundo real patriarcal en el que todas y todos vivimos diariamente. Las barbies son el equivalente a los hombres en nuestro contexto, con una sencilla diferencia: ellas no se meten con los kens, no los acosan, no los humillan ni los matan.
El final es significativo, dado que lejos de plantear lo que todas las películas que tienen como target a las mujeres desde tiempos inmemorables han reproducido, el amor romántico como la meta alcanzada, propone el cuestionamiento sobre quiénes somos ahora, tanto kens cuantobarbies, hombres y mujeres.
Por otro lado, Oppenheimer, la doceava película dirigida por Christopher Nolan, trata prácticamente de lo mismo: el mundo patriarcal. Dos horas del filme están dedicadas exclusivamente a la creación de una bomba atómica, proyecto dirigido por científicos hombres, con el objetivo de ganar una guerra llevada a cabo por hombres para conseguir objetivos de hombres: poder, riqueza y exterminio.
Durante toda la cinta aparecen solamente apenas tres mujeres que hablan, dos de ellas de parcial importancia, pues una es retratada como psicótica y siendo sexualizada innecesariamente; mientras que la otra es mostrada como una alcohólica, mala madre y resentida.
La última hora se va en un juicio que no es juicio, en el que el personaje principal, interpretado por Cillian Murphy, parece cargar con cierto remordimiento por las miles de muertes que ocasionó su contribución en la física cuántica.
El final es una preciosa fotografía en blanco y negro en la que aparecen tres hombres, dos de ellos reconociendo que han causado una terrible tragedia en el mundo y el otro… nada más siendo hombre.
Aunque aparentemente estas cintas se supone que tratan de temas diferentes desde diferentes discursos, en el fondo muestran lo mismo: un mundo asimétrico, en el que se imponen unos sobre otras, donde los principios y valores se sustentan en el poder.
Ambas cuentan con excelentes actuaciones, una fotografía impecable y un cuidado del arte maravilloso, no obstante, ambos guiones tienen algunas deficiencias. En Barbie, los últimos 10 minutos son una disertación que no se logra resolver fácilmente y cae en lo redundante. En Oppenheimer el duelo del personaje principal por una mujer dura apenas un minuto;y, aparte de que no existe la versión de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, el supuesto remordimiento de J. Robert Oppenheimer y Albert Einstein es plano e insípido, es decir, carente de emoción.Cerrar historias como éstas es un reto de gran esfuerzo para cualquier escritor o escritora.
Así, después de cinco horas de mi vida invertidas frente a la pantalla del cine, en una butaca roja, con dos cajas de palomitas y dos botellas de agua, tengo la sensación de comprender mejor mi entorno, que no es rosa ni blanco y negro, sino una masa informe que intenta explicarse en celuloide.