Miriam Serrano
Era el martes 25 de octubre, día de la inauguración de la trigésima quinta Convención Internacional de Minería en Acapulco, Guerrero, evento que albergó a más de 10 mil asistentes. Todo transcurría con normalidad, 35 periodistas de 11 lugares del país acudimos al magno evento, una parte nos concentramos en una sala especial para presenciar vía transmisión la inauguración de la convención, otros decidieron acudir presencialmente, pese al tumulto que esto significaría, ya que al Forum Mundo Imperial tiene capacidad para 4 mil personas.
En el transcurso del día, a través de redes sociales conocimos que se acercaba al puerto de Acapulco Otis como tormenta tropical, como fueron avanzando las horas, el fenómeno también lo hizo, pues rápidamente pasó a huracán categoría 4, justo cuando daba inicio la inauguración de la convención.
Al respecto, varios colegas cuestionamos a una querida amiga oriunda de Acapulco sobre qué pasaría una vez que llegara el huracán, ella manifestó que una vez que tocara tierra se dispersaría, que regularmente eso es lo que ocurre con este tipo de fenómenos.
En el evento inaugural se encontraba presente el secretario general de gobierno de Guerrero, Ludwig Marcial Reynoso Núñez, quien acudió en representación de la gobernadora, Evelyn Salgado Pineda, a quien disculpó por tener que acudir a coordinar las acciones previas a la llegada de Otis.
Mientras el huracán se convertía en categoría 5, el evento culminaba para posteriormente acudir a inaugurar la Expo de minería en Mundo Imperial, la única información oficial que teníamos sobre el fenómeno natural fue del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien avisaba de la fuerza del huracán y que tocaría tierra en Acapulco entre 4 y 6 de la mañana, nadie más nos advirtió que deberíamos resguardarnos.
Con esa información, una vez que terminamos de cubrir el evento del día y enviamos la respectiva información a nuestros medios de comunicación, acudimos a la cena organizada por Grupo Peñoles para los periodistas presentes, en ese momento sólo arreciaba la lluvia, no había nada de viento, por lo que nunca imaginamos lo que vendría después.
Durante la cena el viento empezó a intensificar su fuerza, todavía tuve oportunidad de salir del restaurante para hacer un par de trasmisiones en vivo desde la página oficial de Facebook de puntos suspensivos, informando a nuestros seguidores que la lluvia y el viento en Acapulco estaban intensificándose considerablemente, por supuesto que varios de mis amigos y colegas hicieron lo propio.
Una vez que terminamos con esta actividad, se nos dio la instrucción de que debíamos trasladarnos al hotel Pierre de la cadena Mundo Imperial donde nos hospedábamos, pues el comportamiento del clima era distinto.
El primer grupo de periodistas se trasladó en una sprinter, por lo que sí alcanzaron a llegar al hotel, a mí me tocó en la segunda vuelta junto con 12 colegas más, así que salimos del restaurante y en cuestión de segundos quedamos totalmente mojados, pues las ráfagas de viento eran intensas, así que al subir al autobús todos escurríamos.
Nos quedamos atrapados en el autobús camino al hotel, las ráfagas de viento eran de hasta 300 kilómetros por hora, mis colegas que sí lograron llegar estaban buscando en qué parte de sus cuartos resguardarse, pues el viento es tan fuerte que reventó puertas y ventanas.
El autobús se movía de un lado a otro sin parar, no había para donde hacerse, Otis había tocado tierra a las 10 de la noche y llegó tan fuerte, siendo categoría 5. Nunca me había tocado vivir un huracán, fue una sensación de angustia e incertidumbre y por un momento pensamos que íbamos a morir.
Al interior del autobús todos nos resguardamos tirados en el piso y pegados unos con otros mientras éste era golpeado por las fuertes ráfagas que aventaban todo a su paso, pensamos que nos volcaríamos, las grandes ventanas de la unidad comenzaron a explotar cambiando drásticamente la presión interior lo que nos afectó directamente en los oídos y esto generó estrés en algunos de los colegas, pues era la antesala de un desenlace que podía ser fatal.
Estuvimos en la posición antes señalada por cerca de dos horas, escuchando sin cesar ruidos estresantes, de repente, tanto el movimiento como los sonidos comenzaron a disminuir, por lo que decidimos bajarnos y tomarnos de las manos para no caernos, nos dimos cuenta de que en realidad ya estábamos muy cerca del hotel, pero si hubiéramos decidido descender cuando el huracán estaba en su máxima expresión el resultado habría sido muy diferente.
A la 1:30 de la mañana, entramos todos desorientados, el lobby estaba irreconocible, al voltear a ver el autobús, éste tenía todas las ventanas quebradas de la mitad hacia atrás y con un árbol encima y lo primero que pensé fue que la libramos.
Uno de los trabajadores del hotel nos condujo a una oficina cercana al lobby, al entrar estaban varios huéspedes que fueron resguardados en ese lugar, todos tenían expresiones de confusión, incertidumbre y temor.
Aproximadamente a las 4 de la mañana decidimos movernos al refugio habilitado por personal del hotel, ya para ese momento el ojo del huracán había pasado y sólo continuaba una lluvia intensa, era muy complejo el traslado, pues había vidrios rotos y árboles derribados por doquier, finalmente logramos hacerlo y al entrar vimos a la mayoría de los huéspedes que fueron llevados a este sitio por los trabajadores de este hotel.
Las horas fueron transcurriendo y la incertidumbre era peor, pues la electricidad, las comunicaciones se cayeron, no había forma de comunicarse.
Durante mi estancia en el Pierre desde el día del huracán hasta el jueves 26 de octubre no hubo ninguna autoridad que acudiera para saber la condición de salud de los ahí resguardados, afortunadamente en nuestro caso todos resultamos ilesos.
Tengo un gran agradecimiento a los trabajadores del Pierre, quienes, a pesar de la incertidumbre de no saber de los suyos, no nos abandonaron y estuvieron al pendiente en todo momento de nuestra situación, nos proveyeron de alimento y agua, aunque ambos comenzaban a escasear.
Eduardo y Alejandro me relataron que nunca en la historia de Acapulco se había registrado un huracán tan devastador, por lo que nunca dimensionaron lo que ocurriría. Al paso de los días, tuve la fortuna de volver a ver a Lalo y al preguntarle por la situación de su familia, sus ojos se llenaron de lágrimas y me dijo “no sé nada y ya no me diga porque me voy a poner a llorar”, así que lo abracé fuertemente y le dije que confiara en Dios de que estarían a salvo.
Recuerdo que cuando veíamos en las noticias los estragos de los fenómenos naturales como los sismos de los últimos años, así como los huracanes que han azotado los diversos puertos del país, siempre le decía a mi marido que en Zacatecas éramos bendecidos, pues,
aunque se han registrado desastres por trombas, jamás ha ocurrido un fenómeno natural tan devastador como lo fue Otis para Acapulco.
Al vivir esa experiencia recordé lo que le he comentado a mi esposo y reiteré “bendita mi tierra”, a la que regresé sana y salva con muchas expectativas y ganas de apoyar desde mi trinchera, pues siempre he defendido que somos más los buenos y sé que juntos lo vamos a lograr.