ENRIQUE GARRIDO
Siempre he tenido curiosidad de si respondería bien en una relación sadomasoquista. Ya saben, látigo, cuero y un placer por dar y recibir dolor; el tabú de disfrutar mientras se sufre, lo enigmático del éxtasis provocado por una catarsis. Lo pensaba al tiempo que veo el partido de la selección mexicana. Frente a otra inminente eliminación, tuve una revelación: gran parte de mi vida he buscado y me he provocado cierto tipo de dolor. Investigar sobre lo que sucede en Gaza, Ucrania o la violencia en México, ver el debate de Trump y Biden, creer en la democracia, la presión laboral, la incertidumbre económica. No se necesita un arnés, la vida misma me enseña la sabiduría del divino marqués.
Ahora bien, todo mi sufrimiento se reduce a una simple palabra: futuro; y no soy el único. Cuando el ser humano dejó de ser cazador-recolector y abrazó a la agricultura, también abrazó una obsesión. Yuval Harari lo pone así: “La preocupación por el futuro se basaba no solo en los ciclos estacionales de producción, sino también en la incertidumbre fundamental de la agricultura. […]Los campesinos se veían obligados a producir más de lo que producían, para poder acumular reservas”. Así nace una de las peores torturas que puedan existir: crear escenarios catastróficos.
Dicho acumulamiento de futuro se conoce como ansiedad. Para Freud, es una señal de alarma que advierte al YO de un posible sufrimiento, pues es el resultado directo de conflictos emocionales internos y la represión de experiencias, sentimientos o pulsiones perturbadoras; asimismo, de acuerdo con la OMS, en 2019, 301 millones de personas sufrían un trastorno de ansiedad, entre ellos 58 millones de niños y adolescentes, cifras que, como la ansiedad misma, sólo tienden a aumentar.
En estos tiempos, la salud mental adquirió una relevancia fundamental, pues es la era donde los trastornos se han tomado con seriedad y no como el “échale ganas, carnal” o “ya lo decreté”. De esta forma, hemos comprendido mejor algunos de nuestros comportamientos, los de nuestros padres y abuelos, lo que nos permite sanar algunas fracturas familiares. Hoy sabemos que una persona con depresión no perdió la chispa, y que alguien con TDHA puede tener un gran corazón, aunque les cueste trabajo ponernos atención.
Cada época crea sus propios mitos y tiene sus propios tótems o santos, por ello, en la reciente sequía le aventábamos corazones de Instagram al buen de Tláloc o compartimos las cadenitas del chévere San Isidro Labrador; sin embargo, estos no nos representan en la tormenta interna que nos acongoja, en ese tornado mental que nos impide dormir.
En recientes fechas se estrenó Intensamente 2 (Inside Out 2, 2024), una cinta que, desde su primera entrega, busca que entendamos nuestras emociones y cómo interactúan entre ellas de una forma animada. Allí, presentaron a lo que según Pixar representa a la ansiedad: una especie de zanahoria en drogas duras. Quizá funcione para las nuevas generaciones, pero para mí la ansiedad tiene un rostro definido.
En 2017, un perrito irrumpió en la escena de internet. Balltze, un Shiba Inu, posaba para una foto con un porte que reflejaba el espíritu de una época, un semblante estoico frente a la adversidad, un meme clásico y universal había nacido. El perrito Cheems (nombre adjudicado por su supuesto gusto por las «cheemsburgers», hamburguesas de queso) representó la “ansiedad” (siempre con la “m” intermedia) de vivir. Sus imágenes hermanaban a quienes nos intoxicábamos de presente y habitábamos el futuro, además, esa ternura que lo caracterizaba, daba la tranquilidad que cualquier santo desearía transmitir a sus feligreses. Durante agosto de 2023, la insoportable finitud de la vida nos alcanzaba, Cheems fallecía después de una batalla contra el cáncer; sin embargo, su leyenda sigue gracias a los entusiastas de internet quienes día a día reinventan las aventuras de este peludo amigo ansioso.
Para los encuentros sados se recomienda tener una palabra de seguridad, aquella que cuando sea pronunciada detenga las acciones y de una pausa; así, en mi relación con la vida misma, elijo como palabra “Cheems”, tal vez no detenga la madriza, pero al menos me dé la pausa para reírme de la incertidumbre en la que todos estamos inmersos.