ENRIQUE GARRIDO
Hablar de erotismo es entrar en el terreno de las sensaciones y el deseo; de los vellos del brazo cuando se erizan, de ese cosquilleo en el cuello; de comunión y la petit mort; de movimiento y pausa; de ritmo y silencio, tensión y distensión, del placer de transgredir y rebasar los límites. Sin embargo, no sólo se siente, también se lee. Para Octavio Paz, estaba estrechamente ligado con la poesía: “El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación”. Ahora bien, no necesariamente quiere decir que todo sea bonito, pues su naturaleza es trascendente, sublime y va más allá de lo superficial, pues, como diría Bataille: “La extrema seducción colinda, probablemente, con el horror”.
En oriente, particularmente en Japón, se vive diferente. Si bien autores como Jun’ichirō Tanizaki exploraron el erotismo desde los celos, el poder y la vergüenza, o desde la muerte y el sacrificio como Yukio Mishima; en realidad, la milenaria sociedad japonesa valora la discreción y el autocontrol, por lo que el erotismo aparece de manera indirecta o simbólica, a manera de un juego de insinuaciones más que una exposición explícita del deseo. Por ello, el siguiente caso sorprendió a la sociedad nipona y se ha vuelto parte del imaginario colectivo.
Se conoce como “la masacre de Tsuyama”: sucedió en 1938 en el pueblito rural de Kamo, Okayama. Mutsuo Toi, de 21 años, planeó un asesinato en masa y cobró la vida de 30 personas, incluyendo a su abuela, con una escopeta Browning, una catana, y un hacha, e hirió gravemente a otras tres antes de suicidarse con la escopeta. ¿Cómo pudo llegar a tanto?
Mutsuo Toi, como muchos jóvenes, practicaba el Yobai, que significa “gatear en la noche”, una antigua costumbre japonesa que consistía en que, por las noches, las personas dejaban las puertas abiertas, esto con la intensión de que jóvenes varones solteros se introdujeran silenciosamente en casas con jóvenes mujeres solteras. Y no, no me equivoqué escribiendo “personas”, pues, al ser una práctica furtiva, se considera que también sucedía a la inversa, es decir, que las chicas ingresaran a las casas de los chicos. Una vez que ingresaban, le contaban sus intenciones y si él o la habitante estaban de acuerdo, noche de pasión, si no, a seguir el camino. Se trataba de una de las formas en las que la comunidad evitaba la monotonía, pues permitía la interacción sexual bajo el velo del anonimato, pues todos lo sabían en el pueblo, pero nadie hablaba. Incluso parejas casadas se permitían participar en estas prácticas con otras compañías.
Ahora bien, ¿por qué enloqueció Mutsuo Toi si el Yobai suena bastante chévere? Pues por quedar fuera de él. Resulta que cuando quiso ingresar al ejército fue rechazado por presentar síntomas de tuberculosis. Noticia que rápidamente se espació por el pueblo generando que las chicas, y demás habitantes, lo rechazaran por miedo a resultar contagiados. Este hecho alimentó su odio y durante semanas planeó el ataque. Por fin, el 21 de mayo de 1938 corto la luz eléctrica, y con un par de linternas unidas a su cabeza fue de casa en casa.
En internet existen muchas comunidades virtuales, pero una llama la atención por el nivel de misoginia de sus integrantes. Los Incel, o íncel (acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate, ‘celibato involuntario’), son grupos de jóvenes que dicen ser incapaces de tener relaciones románticas y/o relaciones sexuales con mujeres, como sería su deseo, y culpan a las mujeres por ello. Más allá de lo incómodos y patéticos que sean, lo preocupante es que han protagonizado varios tiroteos itinerantes. Se creía que fue Elliot Rodger, de 22 años, quien, en 2014, mató a seis personas (4 hombres y 2 mujeres) e hirió a otras 13 antes de suicidarse. El primer Incel que llevó su rencor a un nivel físico. Sin embargo, el caso de Mutsuo Toi sucedió mucho antes y el impacto cultural se presenta en figuras de Toi para iluminar, diversos personajes de anime que utilizan las lámparas en la cabeza y un dibujo de Hiroshi Harada.
Sin duda el espectro del erotismo es muy amplio, destacando la práctica del Yobai, y la manera en la que el aislamiento y la falta de lo que algunos terapeutas llaman “una identidad erótica” afecta en la personalidad, sobre todo en los jóvenes. Este caso nos invita a reflexionar en torno a la importancia de vivir el erotismo plenamente, y en cómo la presión social o el rechazo son un caldo de cultivo de monstruos.