
Cien veces fuego: El Mechero
Cien antorchas alumbran detrás de nosotros. La pira, al centro, contiene nombres, lecturas, palabras y amistad. Cada llama susurra una letanía y las lenguas de fuego cantan autores, convicciones, resistencia y amor. Delante de nosotros se encuentra otro camino iluminado, pero no alcanzamos a contar las bolas de fuego que danzan sobre nuestras cabezas, esperemos que sean muchas, que sean otras cien y luego otras cien y luego otras cien… Hace poquito más de dos años tomamos una idea y la propagamos, renací purificada de otras vidas, otros ríos, otros ciclos. Comenzaba un viaje y mis aliados no me amarraron a un mástil porque, como Ulises en el cuento de Torri, también estaba dispuesta a perderme. Sin embargo, en el viaje encontré un camino de aventuras, “ámbar y ébano”, amistad y amor.
Hoy celebramos el número cien, un ciclo que reinicia y deposito aquí una promesa cumplida. Llevo en mi baúl mucho agradecimiento con mis compañeros de naufragio: los sabios Alberto Avendaño, Ezequiel Carlos Campos, la maga María Escobedo, el místico Darío Luna y a mi oráculo Anai Castillo. Llevo en mí la confianza de cada uno de los colaboradores que gritan con valentía sus ideas y el cariño de ustedes, queridas lectoras y estimados lectores. Llevo en mí los gráficos, la poesía y la resistencia. Las reseñas y las enseñanzas de todos los maestros, las pasiones que nos hacen detenernos y tragar aire antes de dar el siguiente paso, de abrir la cerradura, de escuchar las voces que provienen de los pozos.
El 100 lleva una certeza y dos infinitos, lleva la promesa de la continuidad y una vela expandida. Un número redondo, sí, pero no está vacío: está lleno de voces, imágenes, preguntas, apuestas. Es el eco de todas las veces que encendimos este Mechero para alumbrar desde la trinchera de lo cultural.
Cien veces hemos salido al encuentro con nuestras lectoras y lectores. Cien semanas de darle forma a un suplemento que no busca ser oficial ni definitivo, sino intenso, incómodo, íntimo. Hemos hablado de libros, cuerpos, resistencias, duelos, fiestas, músicas, territorios y violencias. Nos han acompañado autoras y autores que admiramos, artistas que están haciendo historia, voces nuevas que no olvidamos. Cada número es un archivo mínimo de lo que nos ha dolido, entusiasmado, conmovido.
No es poca cosa llegar a esta cifra en un mundo donde lo cultural parece prescindible, donde la urgencia del día a día aplasta lo simbólico. Por eso celebramos el cien no como una cima, sino como un umbral. Este número no cierra nada: abre. Nos recuerda que aún tenemos muchas llamas por encender.
Gracias por leer, por compartir, por escribir, por creer en este espacio. Seguimos. Porque no hay cultura sin conversación, ni suplemento sin quienes lo hacen suyo. Cien llamas, un solo fuego. Cien lenguas de fuego y la certeza de que la llama se propaga. Les pasamos El Mechero y la convicción de que juntos ¡incendiamos e incendiaremos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero