ISRAEL ÁLVAREZ
Los encargados de confeccionar diccionarios saben que lo definido no debe de ir incluido en la definición. Explican que un pájaro, por ejemplo, es un ave común que pone huevos, tiene plumas y todas esas características que tienen los animalitos que ya se sabía que eran pájaros, pero hasta antes de diccionariarlos, no eran tan comunes como para describirlos más ampliamente y, sobre todo, con otras palabras que no sean nomás pájaro. Marítimo, como otro ejemplo y en esa misma dinámica, sería referente a lo náutico, al agua salada y a la regulación climática mundial; muy parecido por cierto a las lágrimas y al sudor que fueron también océano alguna vez. Quizás entonces, la realidad podría ser sólo mientras las palabras puedan representar todo lo que de otro modo no sería. Sin embargo, uno de los probables conflictos resultantes de esta alquimia, sería quizás, que muchas cosas simularan desaparecer si no se nombran, aunque sigan cicatrizadas y palpitantes, detrás o debajo de todo lo innombrable.
Asfalto, cemento y mucho ruido son características que urbanizan un espacio intervenido en beneficio, por así muy entusiastas suponerlo, de ciertos entes temporales que no son pájaros y que se apropian del mote de ciudadanos. Algo así como cuando se le nombró naranja al color que nunca se supo muy bien cómo se llamaba antes de que se nombrara a la homónima fruta. Ese lugar es, en donde el niño que baila le va a robar, ahí donde todo se incendia y se va y en donde el destino de furia es, lo que en sus caras persiste; ahí merito es, en donde casi nada es campo, ni hay vacas o nomás a veces y tantitas en algunas vialidades, no como los tantísimos coches, porque de esos sí hay en todos lados que hasta chocan entre ellos y también con las vacas y luego necesitan de más puentes confeccionados de asfalto y concreto para poder andar a velocidades que los haga volar por los urbanizados cielos. De cualquier forma, ni urbanidad, ni vacas, ni pájaros tienen por qué desaparecer eternamente cuando no se dejan ver o no se habla de ellos.
Es así que, en esa tácita y cotidiana conjunción de similares, las urbes resultan también muy parecidas a los cuerpos que las habitan y viceversa. Pero no hay de qué preocuparse, cualquiera es pedacería de algo más grande, aunque sea de cifras mundiales sobre población, accidentes viales o naufragios no tan náuticos como los que nunca se confirman. Como los confeccionadores de diccionarios, además de escribir sobre naranjas y pájaros también se enteraron de esto, a veces agregan dibujitos para ayudar a nombrar lo ya definido. Un edificio, por ejemplo, en el que habiten muchos invisibles cuerpitos metafóricos simboliza una metrópoli. Unas palmeritas con pájaros permanentemente en vuelo y añadiendo unas onduladas líneas oleadas debajo, playa simbólica pretenden ser. Las cosas en ese sentido, pueden ser sí, eso que se dice y se ve, pero también, seguramente, algo que no. Hay algo presente detrás de todas las ausencias como bien se asegura en las psicoanalíticas terapias y en los cicatrizantes panteones.
De tal manera que, en este poco confeccionado, quizás menos definitorio, pero muy alegórico montón de palabrejas medio desechables tales como pájaros, playas o asfalto, se pretende hablar de todas o de perdido de algunas otras palabras que, aunque nuca se digan, todavía existen escondidas, atrincheradas y detrás de las ausencias que las cuidan, tal como, las aquí presentes. En estas letras se juega, si no para qué escribir, con la idea de que las definiciones son limitadas y que eso que nombra a la realidad, se oculta detrás de una falta de conceptos suficientes, universales o marítimos; detrás de esos símbolos que sólo unos pocos, los necesarios, comparten. Bienvenidas las oceánicas miradas entre esto y lo que no hay. Además de vacas urbanas, frases trilladas de algunas canciones o impropios nombres lejanos, aquí, en esta breve confección, poco se da a conocer, pero al menos algo, el pájaro es un ave común y lo definido, nunca debe de ir incluido en la definición.