Por Sara Andrade
Una de mis paradas favoritas en la vastedad del Internet es el perfil de Instagram de zacatecas_historico, una cuenta que se dedica a compartir, sobre todo, fotografías del pasado del estado. Me gusta porque es indiscriminado: si es una foto de Zacatecas, de hace 30 años o más, tiene cabida en el perfil. No importa que haya sido tomada por algún inglés del 1910 que llegó a la ciudad como por equivocación y tomó daguerrotipos de aquel pueblo enclavado entre las rocas, o que sean fotos de familias en Fresnillo que, impelidas por el indomable espíritu humano, han querido compartir un poco de su historia personal, y volverla parte de la historia de una comunidad.
Yo, como testigo casual, pero comprometida del ir y venir de Zacatecas, tomo todo lo que ofrece la cuenta con el hambre de un deportista luego de un maratón. Todo detalle me parece precioso, toda ventana a un pasado imposible, lejano y secreto, me sabe como el mejor de los manjares. Es una satisfacción foodie. Me siento como esos creadores de contenido que van a restaurantes a calificar de una a cinco estrellas el desempeño y calidad del servicio y la comida. Pero yo soy una crítica que se contenta con cualquier migaja, yo soy una aficionada a la historia que, sin haberme enredado en los vericuetos de la historiografía, de las fechas y del archivo, se maravilla de las pequeñas cosas.
Una de mis fotos favoritas, por ejemplo, es una que, para cualquier otra persona, parece ser una foto común y corriente: una foto de La Bufa. De esas, hay miles y miles en la ubicación de El Cerro de la Bufa en Instagram, no es como si fuera única y especial. Pero esa fotografía está tomada desde el inicio de la calle López Velarde, donde ahora nosotros ubicamos el Programa de Lenguas de la UAZ. El fotógrafo nos permite ver, entonces, lo que en ese momento era lo que componía la universidad autónoma: un par de edificios graciosos, como salidos de Los Supersónicos; cúpulas y arcos y ventanales, todos puestos en medio del cerro verde, como si se tratara de una maqueta. Abajo, la pequeña plaza y monumento hechos en honor a Ramón López Velarde. En el fondo, la Bufa tiene pintadas un par de palabras: “ZACATECAS CON…” y algo ilegible, que no puedo adivinar desde el pequeño cuadrito en mi celular.
Pero aun así, me impresiona. En esa foto puedo ver claramente el pasado de ese lugar en específico: cuando Zacatecas no era más que río y cerros y piedras; puedo ver el presente de la foto: Zacatecas en los 70s, modernizado, orgulloso a pesar de su pequeñez; y puedo ver, también, el Zacatecas mío, el de ahora, en 2023: engrandecido, lleno de edificios, de autos, de personas, de tantas historias que un perfil de Instagram no es suficiente para abarcarlas.
Me pregunto entonces, pasándome la mano por la panza, ¿qué personas verán en el futuro las fotografías de mi presente?