
DAVID CASTAÑEDA ÁLVAREZ
Detrás de todo gran poema hay un gran mito. Y casi todos los grandes mitos derivan de la cultura grecolatina. Por otro lado, cada época ha fundado su propia mitología que explica o sustenta la visión de mundo de un tiempo determinado. No se entenderían, por ejemplo, los poemas de los Siglos de Oro sin el repertorio mítico de Ovidio y sus Metamorfosis; tampoco los grandes himnos y cantos a la tierra sin La Odisea.
Existe además una estrecha relación entre pintura y poesía. Algunos poetas se inspiraban en pinturas y viceversa, con todo y su mito particular de trasfondo. En este sentido, el poema dice dos (o más) cosas a la vez. Quiero decir, existe un mensaje evidente (lo que se encuentra escrito con palabras) y otro oculto, pero sujeto a esas grafías y significados. Pongamos un ejemplo con esta pieza de Luis Sandoval y Zapata:
Vidrio animado que en la lumbre atinas
con la tiniebla en que tu vida yelas
y el breve punto del morir anhelas
en la circunferencia que caminas.
El poema habla de una mariposa o polilla (vidrio animado) que sobrevuela alrededor de la flama de una vela. Esa mariposa representa al enamorado que, atraído por el calor y la luz del amor (o de la amada), busca morir y vivir al mismo tiempo cerca de esa lumbre. Ese poema, y otros más, hacen eco con pinturas y emblemas como el siguiente:
Veamos otro ejemplo, esta vez de un poema de Quevedo en relación a un mito:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.
Esa ribera de la que habla Quevedo no es otra que la imagen del río Estigia, un paso de agua sobrenatural que delimita el mundo entre los vivos y los muertos. Para nadarlo, se necesitaba pagar unas monedas al barquero del inframundo, Caronte, y así llegar, irónicamente, sanos y salvos al reino de la muerte. Para Quevedo, el enamorado no necesita siquiera pagar esa cuota, pues el alma, en forma de llama, sabe nadar “el agua fría”. Este río, por cierto, aparece en la película Gladiador II.
En la actualidad, tenemos mitos de fondo en los grandes poemas. En el siglo XX, con las vanguardias y el anuncio filosófico de la muerte de los grandes relatos (como Dios o la Historia), se creó una nueva mitología fragmentaria y personal. El héroe no lucha ya en los campos de la guerra, sino en los de la conciencia o del tiempo. Así, los nuevos poetas hablan de la angustia de la muerte, el amor y el propio tiempo bajo el signo de otros mitos, o de los mismos, pero renovados.
Veamos ahora un ejemplo de José Gorostiza; el famoso inicio de “Muerte sin fin”:
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí -ahíto- me descubro
en la imagen atónita del agua
En este fragmento podemos reconocer al menos a dos figuras míticas: la de Ícaro, cuando cae con sus alas rotas en esquirlas de aire, y la de Narciso, cuando descubre su imagen en el agua.
Queda a los lectores contemporáneos interpretar y analizar los mitos de trasfondo de todo poema, actual o antiguo. Los nuevos mitos: el dolor, la enfermedad, la angustia, la soledad, la costumbre, el tedio, el desamor, entre otros. Seamos poetas y lectores de nuestro tiempo. Nos leemos después.