ISIS ABIB AGUILAR SÁNCHEZ
El simio descubre cómo utilizar un hueso como arma, lo lanza al aire y se convierte en una nave espacial, es una de las escenas más icónicas del cine, en 2001: Odisea en el espacio de Stanley Kubrick. Esta escena ha sido replicada en otras películas y series; por ahora recuerdo la parodia de Los Simpson, en Willy Wonka y recientemente en Barbie. La escena es muy relevante porque concentra siglos de historia de la humanidad, hace referencia a la invención, a cómo la evolución de la consciencia nos ha llevado a transformar el entorno.
Muchas de las invenciones se transforman después en necesidades, como la ropa. Aunque, dependiendo del estrato económico, hay personas que tienen acceso a marcas de ropa más caras o de mejor calidad que otras. Pero, si dejáramos de lado las particularidades, ¿qué es lo indispensable para vivir? Quisiera ponerme romántica y contestar con la canción de The Hollies, all i need is the air that i breathe, pero objetivamente se necesita mucho más que eso: comida, agua, drenaje, luz, vestimenta, productos de higiene personal, y un largo etcétera. Aunque hay productos y servicios en los que gastamos, que más allá de ser una invención necesaria son una comodidad inducida.
La música es parte de mi rutina, me acompaña desde la alarma de la mañana hasta la cena, en los momentos felices y en los tristes. En la infancia en caset, después en discos y ahora en plataformas digitales. Últimamente he pensado que pagar por una membresía premium es una comodidad inducida, pues son las mismas plataformas las que generan una incomodidad con tanto anuncio, incluso tienen demandas de personas que han tenido problemas auditivos por el alto volumen en los anuncios. Continuando con el tema de las membresías, nunca he entendido las de tiendas, es como si nos cobraran por entrar y caemos en la mentira que es porque tienen ofertas, pero no pensamos que alguna parte de los descuentos los compensa la empresa con el cobro de tarjetas departamentales.
Los anteriores ejemplos son consecuencia de un marketing que manipula los deseos de las personas, porque ya no importa consumir sólo lo que necesitas, sino generar primero incomodidad, exclusividad e incluso un sentido de identidad. Cuestionemos ahora en el mes del orgullo, las marcas realizan campañas de productos envueltos en la bandera arcoíris y elevan los precios de las mercancías sólo con ese detalle ¿qué clase de apoyo a la comunidad LGBTIQ+ es esa? parece más un impuesto gay que otra cosa. Lo mismo ocurre con productos dirigidos a las mujeres, una crema facial por tener imágenes de flores en el recipiente puede incrementar el precio aún teniendo la misma fórmula que uno que no, esto se conoce como impuesto rosa y es una de las estrategias de marketing más crueles porque monetiza con los estereotipos de género.
En fin, entre el hueso y la nave espacial hay un inmenso espectro, puede ser una necesidad, una invención para facilitar nuestro entorno, un deseo, una comodidad inducida, puede no vendernos un producto, sino una experiencia o un sentido de pertenencia. El objetivo es reflexionar sobre cómo el humano siempre ha creado dinámicas complejas.
Dinámicas complejas y absurdas lo que las vuelve a un tiempo absurdas y complejas y así hemos sido el perro que persigue su cola por milenios.