Por Carolina Díaz Flores
La mayoría de las personas en algún momento de la vida han requerido de firmar un consentimiento informado para que se les realice alguna intervención sanitaria. Como una hospitalización, una cirugía programada o de urgencia, uso de métodos de planificación familiar o, en general, cualquier intervención médica que así lo requiera. El consentimiento informado se considera como la evidencia tangible del respeto a la dignidad y autonomía del paciente, es decir cada persona mientras goce de una situación clínica y de conciencia suficiente, estará en condiciones de elegir libremente si se somete o no a determinado tratamiento; sin embargo, este consentimiento debe ser como su nombre lo dice: informado y no como en muchas ocasiones resulta: solamente un papel más del expediente clínico, el cual se ofrece a firmar para poder continuar con el tratamiento.
Es decir, el consentimiento informado no es un documento más, sino que es un proceso continuo que se da entre el personal sanitario y el paciente: es donde se materializa la decisión del individuo después de haber sido correctamente informado por el personal de salud sobre los riesgos, ventajas, desventajas y efectividad de determinado tratamiento o intervención.
Una vez que el paciente cuente con toda esta información y que tenga claridad de su situación clínica y de sus posibilidades de mejorar o de empeorar, el paciente está en condiciones de elegir libremente si se somete o no a determinado tratamiento. Sin embargo, además de considerar la información clínica, el paciente tiene la libertad de elegir de acuerdo a sus expectativas, objetivos e incluso valores, en este sentido no hay una única decisión correcta ante el mismo escenario, cada paciente puede y debe elegir lo que considere mejor para sí mismo.
Es labor del personal sanitario, ofrecer la información necesaria para que el paciente esté en condiciones ideales de elegir y no sólo se debe priorizar la salud, sino que debe priorizarse el bienestar del paciente de acuerdo a sus preferencias y decisiones autónomas. En este sentido, quien en algún momento ha firmado un consentimiento informado posiblemente podrá notar que su proceso de toma de decisiones no fue necesariamente pleno y autónomo, además, se debe considerar que el consentimiento informado debe ser un proceso continuo y dinámico, por ejemplo, que un paciente haya aceptado someterse a una hospitalización y a las intervenciones clínicas que el personal médico considere en el día uno de su estancia hospitalaria, no significa que al día cinco, diez, veinte o cien de hospitalización, el paciente siga manteniendo la misma decisión, pues sus condiciones clínicas, su bienestar, su experiencia con los síntomas y el malestar que por sí mismo genera la enfermedad, hace necesario que el consentimiento deba actualizarse conforme cambia el escenario del paciente.
Por último, un aspecto que tristemente ha sido muy olvidado por el personal sanitario en muchas regiones del mundo es respetar la autonomía de las personas en los extremos de la vida. Es frecuente que se infantilice al adulto mayor y se le llega a excluir de las decisiones importantes de su tratamiento médico, normalmente por la idea de que un adulto mayor es incapaz de entender plenamente la información completa de su condición de salud. Además, a los niños se les excluye de ser partícipes activos en las decisiones importantes sobre el tratamiento médico que recibirán, pues sólo los padres o tutores legales son quienes autorizan dichos tratamientos.
Se propone que en estos casos dependiendo de la edad y de las condiciones generales, se podría utilizar lo que se llama asentimiento informado, es decir el menor de edad acepta recibir un tratamiento, pero con todo el proceso informativo que conlleva el consentimiento; es decir, fue debidamente informado para su nivel de entendimiento y lenguaje, se respondieron sus dudas y tiene claras expectativas realistas del tratamiento o intervención que va a recibir.
En nuestro país, hay al menos tres grandes obstáculos para que el consentimiento informado se realice debidamente: en primer lugar, la mayoría de la población mexicana se atiende en centros médicos públicos, que están saturados y con el tiempo limitado en todos sus procesos; en segundo lugar: el personal sanitario, no cuenta necesariamente con la formación y las herramientas suficientes para llevar a cabo un consentimiento informado continuo exitoso; en tercer y último lugar, se sigue ejerciendo una medicina sumamente paternalista, donde no está dentro de nuestra cultura exigir ser tratados con dignidad y elegir autónomamente sobre nuestros cuerpos.