Imagina ser habitante de Francia en el siglo XIX: las calles empedradas murmuran bajo tus pasos, mientras una fría neblina se aferra al alba. En tus manos, un periódico, el más reciente, el que esperaste durante días como quien ansía un confidente. Dentro, las palabras de Victor Hugo, las migajas de una historia que devoras con el fervor de un hambre antigua.
Cada entrega es un puente hacia lo desconocido. Jean Valjean, ese hombre de sombras y redenciones, camina contigo, lo sigues como un espectro; su fuerza, su culpa y su corazón resonando en cada línea. ¿Qué será de él? ¿Escapará del implacable Javert? ¿Encontrará sosiego en un mundo que le niega piedad?
El misterio te devora más que la trama misma. Es la espera la que convierte la lectura en un rito: el marcar días en el calendario, el repasar la última página publicada, el debatir en las tabernas si Valjean es un héroe o un ladrón redimido.
La experiencia no es sólo leer. Es compartir. En la plaza, las palabras del folletín viajan de boca en boca, y el aire vibra con hipótesis, con sueños ajenos. Las novelas folletinescas son un pulso colectivo, un reloj que late con la misma urgencia al abrir el periódico.
Y entonces llega ese momento: las primeras líneas de la nueva entrega. Todo alrededor se apaga; las voces, los carromatos, el aire mismo. Estás en las páginas, en la prisión, en los bosques, en la desesperación de Valjean y la esperanza de Cosette.
La lectura por entregas no es sólo lectura: es deseo y paciencia, una danza de ausencias y presencias. Es entregarse al tiempo de otro, al ritmo de las palabras, y en cada pausa, encontrar el eco de tu propia espera, de tus propias luchas y redenciones.
Publicar una novela por entregas es construir un puente emocional con los lectores, paso a paso, palabra a palabra. La Jaiba de Carolina Barrera nos sumerge en la vida de una mujer atrapada en un mundo de violencia y crimen, mientras lucha por proteger a su hijo Emiliano. Cada capítulo nos envuelve en un mar de crudeza y humanidad.
La trama, situada en un entorno de narcotráfico y poder, sigue a La Jaiba mientras enfrenta pruebas extremas impuestas por Misael, un hombre dominante. Desde aprender a disparar hasta sobrevivir a actos de brutalidad, su lucha interna por ser madre y sobrevivir a cualquier costo nos mantiene al filo de cada página. Cada entrega no sólo revela fragmentos de su mundo, sino que también alimenta el misterio.
El suspenso, las emociones crudas y el amor desesperado de una madre son el corazón de esta obra, y compartirla por entregas ha sido un viaje único que conecta a lectores, autora y equipo editorial en un latido compartido. ¡Qué los disfruten, juntos incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero