¿Qué ven los otros en nuestros rostros? ¿Y qué se esconde detrás de las arrugas y las imperfecciones? ¿Qué hay de aquello que se intuye, pero no existe a simple vista? Si abrimos bien los ojos podemos observar aquellas piezas de un rompecabezas incompleto, se ve el esqueleto en una sonrisa y no somos conscientes de que estamos viendo de forma agradable los huesos de alguien más. Hay ojeras también, pero éstas tienen matices: no es lo mismo trasnocharse en una fiesta que en una sala de hospital, las horas pasan distintas.
Los reptiles andan en nuestra cabezas, se enredan las serpientes en el cabello, en la cola aprisiona el simbolismo de la cristiandad, débil y doblada; entonces, distintos artefactos se posan detrás de nuestro cuerpo, ¿es el tiempo, el movimiento o el espacio? En otro lienzo vemos unas escaleras que nos llevan a un límpido rostro, las ventanas son los ojos de este cuerpo-casa y la boca está cerrada, aunque la puerta se mantiene abierta. Aquí también hay espacio para las emociones que distorcionan con muecas sus habitaciones, en las orejas los pendientes toman la forma de estrellas que vemos en otros cuadros, en otros contextos, con otras líneas y sombras.
Luego de las raíces crecen hojas y ojos, de las líneas negras nacen frutos que son otros con sus particularidades. Vienen desde nuestra cabeza los recuerdos de nuestra vida cotidiana, nos crecen de las mejillas aquellos paisajes de nuestra infancia que se encuentran con un yo adulto que ve desde el hombro nuestro pensamiento vestido de espinas y flores. Nuestra piel es el lienzo perfecto para dibujar aquellos cuentos que fuimos escribiendo a partir de las pisadas que quedaron en el camino, al bifurcar otros, al elegir y descartar.
Sin duda alguna la obra de Estephany Mora es profunda y las líneas son el pretexto para arrojar de la piel la realidad, tarstocarla, moverla, volver visible aquello que mantenemos en las profundidades del cuerpo. En Archivo muerto se nos muestran hasta los dientes coronando nuestro retrato, plumas naciendo de nuestros oídos con el carpe diem rondando por ahí.
El color no existe en este universo, pero las profundidades son constantes en contenido y forma, todo es más real que la realidad misma, las extensiones de nosotros se mueven hasta llevarnos al origen mimetizado en una tuna, aprisionado por una oruga, sintiendo con la fuerza de un átomo, convirtiéndonos en un instrumento musical porque así también nos vemos: nuestro rostro es la imagen de aquellas pasiones que llevamos por dentro y se externan, que se velan para quienes no nos conocen, pero que están ahí esperando ser develadas para hablar de aquello que inunda y nos incendia por dentro al mismo tiempo.
Queridas lectoras y estimados lectores, aquí les dejamos una muestra de la talentosa Estephany Mora, esperamos que también sientan aquella llamita en el interior del cuerpo, que dejen que sus rostros también se habiten, observen desde otras ventanas y que ardan sus casas-cuerpos con las pasiones. No lo olviden, juntos ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero