DANIELA ALBARRÁN
Hace unas semanas se estrenó en Netflix la película Dejar el mundo atrás, que curiosamente es producida por los Obama, por lo cual fue interpretada bajo muchas teorías conspiranoicas.
Aquí no me voy a centrar en los productores, sino más bien en la fascinación que causa la idea de, justo como lo dice el título de la película, dejar el mundo atrás, abandonar a todos y todo lo que conocemos. Y es que esa imagen también es algo que a mí me fascina y que a lo largo de los años el cine se ha encargado de promover: la fascinación por el apocalipsis.
Recuerdo que una de las primeras películas que vi sobre el fin del mundo fue El día después de mañana y, a pesar de que me asustó en su momento, siempre vuelvo a ella porque tiene algo de catastrófico y esperanzador al mismo tiempo que cada vez que la veo me hace sentir bien; es una sensación entre miedo, confort y lo que se dice comúnmente “estar en casa”.
Sé que suena extraño, pero de alguna manera siento que pensar en el fin del mundo nos hace sentir confort por el presente y esperanza hacia el futuro. No sé como explicarlo, pero ahora que literalmente pasamos una especie de fin del mundo con el Covid 19, recuerdo esos años con mucha nostalgia, con mucha esperanza también, justo lo que me provoca ver películas del género y por eso siempre que sale una sobre el fin del mundo corro a verla.
La propuesta de Dejar el mundo atrás no es diferente a ninguna película que ya hayamos visto, quizá sólo el motivo, el acontecimiento, como lo diría Vivian Gornik, pero la historia es la misma. Algo provoca un caos mundial (una caída de todo el software) y la gente se vuelve loca, la cotidianidad que conocemos se termina. Sin embargo, después de eso llega la paz, la tranquilidad o, bien, la muerte. Creo que eso es lo hermoso de la idea del fin del mundo.
El fin del mundo causa fascinación porque, de algún modo, buscamos lo desconocido a causa de que lo que conocemos pareciera ser insuficiente y poco satisfactorio, por que lo ignorado nos da esperanza de quizá vivir en un lugar mejor o, al menos, diferente a éste.
Siempre existirán las distopías del fin del mundo porque quizá es la única forma en que podamos Dejar el mundo atrás, sin tantas consecuencias en los seres humanos ni en el planeta; la ficción como forma de supervivencia en un mundo que es cada vez más rapaz y también más triste e inhabitable.