Por Carolina Díaz Flores
El ámbito deontológico del médico (en palabras más usuales: su ética profesional) ha sido un asunto de suma importancia tanto para los sistemas sanitarios como para los usuarios de éstos. Cuando se habla de deontología del médico, no sólo se habla de un asunto ético, también se habla de responsabilidades jurídicas, pues el ejercicio de la medicina está normado por una gran cantidad de normas que buscan el bienestar de los individuos que utilizan cualquier servicio de salud. Además, la salud, el derecho y la ética, tienen en común que el hombre los estructuró para mejorar la vida del ser humano en lo individual y lo colectivo.
En términos generales, el médico tiene reglas escritas (derecho) y no escritas (bioéticas) por cumplir durante el ejercicio de su profesión. La correlación entre estas dos fuerzas reguladoras se ve influida por el ámbito moral (y religioso de manera particular), de la comunidad de la que se trate. Pues, cuando existe la práctica de una religión en específico de manera hegemónica, esto permite que muchos individuos, independientemente de su nivel económico, educativo, género y aún sin conocerse entre sí, compartan una misma postura frente a los problemas éticos que se presentan en la cotidianidad de los servicios de salud.
Sin embargo, la moral es un fenómeno sumamente dinámico y depende de una gran cantidad de variables. A diferencia del ámbito legal que es más estable y el bioético aún más. La ética profesional del sanitario, debe regirse por aspectos de la llamada “ética aplicada”, es decir de la bioética, como un área del conocimiento estructurada y con la posibilidad de generar una argumentación sólida para cualquier tipo de conflicto que se presente al prestar servicios de salud. En este contexto, una de las necesidades más urgentes que se hacen evidentes es la de formar al propio personal médico con una sólida trayectoria en bioética, para que ante cualquier escenario de disyuntiva o división de opiniones, pueda deliberar apropiadamente, sin necesariamente tener que acotar un código de ética preestablecido, en los que no necesariamente se establecen todos los escenarios clínicos posibles.
En conclusión, aunque todas las profesiones tienen un ámbito deontológico por atender, el médico se enfrenta a una diversidad de situaciones donde con frecuencia confluyen opiniones personales del paciente, de su familia, jurídicas y del propio médico. Por lo que, no es suficiente con buscar “lo mejor para el paciente”, deben generarse discusiones al interior de las unidades médicas fuertemente fundamentadas en la ética y el derecho, y no sólo en la intención individual (que puede verse dominada por la moral, pero sin considerar aspectos éticos o jurídicos).