
LECTORA DE OBSIDIANA
No fue fácil. Es un libro lleno de verdades que solo quienes hemos sufrido depresión podemos entender. Leerlo me recordó que la depresión es como nadar contra la corriente: mientras más luchas, más te cansas y menos avanzas.
La campana de cristal no es un libro para cualquiera, pero sí puede marcar un antes y un después en quienes lo leen. Por un lado, están quienes sufren depresión y se identifican; por el otro, están quienes nos rodean y muchas veces no saben cómo ayudarnos. Al leer el libro, pueden ver ambas partes.
Lamento profundamente que Sylvia Plath haya sido otra autora incomprendida. Pero me llena de luz saber que usó la escritura como medio de expresión, aunque no haya sido suficiente o no haya llegado a tiempo.
Siempre he dicho que los libros se sienten. Este libro arde, pero como cuando te quemas con hielo. La narrativa es profundamente íntima y brutalmente honesta. Algo que me encantó es que muestra, tal cual, cómo es vivir dentro de la depresión: es como un monstruo de moho que aparece de un día para otro y va formando, alrededor de ti, una campana de cristal. No puedes salir de ella. No se rompe. Solo estás a salvo bajo tu cama, no sé por qué, pero ahí no entra.
Odio el hecho de que haya sido su único libro, porque sin duda era una poeta y novelista con tanto por decir. Fue una mujer adelantada a su tiempo, con la desdicha de vivir en una época en la que los problemas mentales no eran bien vistos. Y aunque hoy en día tampoco es que sea totalmente normalizado, al menos ya no nos dan electroshocks.
No esperaba que este libro me devastara tanto y, al mismo tiempo, me mostrara lo que he logrado avanzar. Me sentí tan comprendida y tan dolida a la vez. Fue como ver un espejo humeante que me mostró que quienes luchamos con la depresión somos personas que no sabemos cuándo, cómo ni dónde nos “contagiamos”, pero eventualmente debilita todos nuestros gustos y vínculos. Porque la depresión tiene el poder de ser tan silenciosa que solo se detecta cuando ya es un monstruo enorme que no podemos derrotar. A veces nos consume, como consumió a Sylvia. Porque en ese punto ya somos de cristal. Y no todas tenemos el poder que ella tuvo: el de dejar por escrito lo que vivió, algo que hoy nos sirve de guía y enseñanza.
Hoy, después de mucho tiempo, puedo decir que estoy bien. No fue nada fácil llegar hasta aquí. Aún sigo luchando con mis propios monstruos, pero puedo decirles que mi refugio fueron los libros. Y desde donde estoy, esa es la forma en que les ofrezco un salvavidas: porque la lectura me salvó, y espero que también les ayude a ustedes.
Si tienen alguna memoria que quieran compartir, saben que estoy abierta a leerlos. Solo recuerden que no tienen que luchar solos. En esta cosa llamada vida, hay muchas otras personas que pasamos por cosas parecidas —cada quien a su manera—, pero juntos podemos enfrentar a esos monstruos, y poco a poco vamos blindando nuestro cristal.
Dejo los comentarios y las líneas abiertas. Espero sus cartas o postales. También me gustan.
Frases del libro para recordar:
“Estaba sentada bajo la misma campana de cristal, agobiante y distorsionada como siempre.”
“Sentía cómo me disolvía lentamente, como el ácido en agua.”
“Lo peor de todo era que no había nadie con quien hablar, porque solo eras tú misma atrapada en tu propia cabeza.”
“Quería todas las posibles vidas, y no podía elegir ninguna sin matar a las otras.”
Con cariño: su lectora de obsidiana.