
ESAÚ RINCÓN ZAMORA
La educación pública siempre ha sido un tema contencioso, no sólo a nivel nacional, sino también local. La reciente movilización en Zacatecas por parte de docentes fue prueba de ello, pero también de que la lucha por los derechos humanos sigue siendo un tema incompatible con los intereses de quienes detentan el poder en el estado. En ese sentido, fuimos testigos de esas tensiones y de los denominados reportorios de acción colectiva, como la marcha por puntos clave de la ciudad, el bloqueo de vías de comunicación y oficinas centrales del gobierno y, por supuesto, de la difusión de consignas en las demostraciones públicas de protesta. Asimismo, observamos algunas variaciones a estos, como la interrupción de obras públicas y la apropiación de otros espacios públicos como oficinas de recaudación en algunos municipios. Aun así, existe un abanico novedoso de acciones y, por supuesto, de recursos a los que antes no se tenía acceso, como los digitales y los legales, que bien pudieran contribuir de manera positiva a este tipo de protestas.
Bajo ese contexto y siguiendo a uno de los autores más conspicuos en el tema, como Sydney Tarrow, puede decirse que la articulación de un movimiento radica en el surgimiento de una razón lo suficientemente fuerte para que una parte de la ciudadanía decida salir a las calles a manifestarse. Tal como ocurrió con los miles de profesores y personas que se opusieron a un agravio emanado de la autoridad, lo cual indudablemente trastocó el campo de los derechos humanos. Hecho coyuntural que fue punta de lanza para que otras demandas, como las que giran en torno al segundo piso, al conflicto de la UAZ o, bien, la marcha para exigir seguridad y la aparición de dos personas dedicadas a la agricultura y desde luego el que más incomoda al Estado, el de madres buscadoras, se hicieran presentes en un momento como éste.
Así, todos ellos entran en un proceso contencioso con la autoridad y no hacen mal, pues, en teoría, sigue siendo la instancia encargada de atender todos estos problemas. Por lo menos así lo sostienen sus agentes cuando apelan al discurso contractual-liberal que los llevó a esa posición.
Con esto queda claro que un derecho no es producto de la bondad del Estado, ni tampoco proviene del éxito de alguien que forma parte de la elite local política. En realidad, se trata del resultado de una disputa violenta que ha hecho ceder los privilegios de unos pocos para beneficiar a grandes grupos desventajados.
Por ende, este episodio que presenciamos en Zacatecas y que empleó la pequeña dosis de poder que concesionan los grandes detentadores éste, como sostiene Charles Tilly en su texto ¿De dónde vienen los derechos?, guste o no, promovió la movilización de los menos poderosos. Quienes a partir de la lucha y la resistencia crearon, aplicaron y expandieron sus derechos, y con ello allanaron el camino para que futuros ciudadanos estén mejor preparados para la siguiente batalla por los derechos humanos. Sin embargo, no puede ignorarse que la adquisición y el acceso a ellos, seguirá sujeta a muchos obstáculos y negociaciones desequilibradas por parte de quienes detentan el poder, sobre todo porque sus intereses, así como los de sus herederos, siempre están en juego.