Una casa llena de polvo ya no basta para hablar del horror que se vive adentro de una sociedad en la que lo prohibido está detrás de un cajón o una puerta. La vida, como la literatura, está llena de metáforas y a veces éstas nombran con mayor precisión lo que no se puede mencionar a secas: se dice telarañas cuando se siente el abandono, polvo para desmenuzar el olvido y peces rojos para gritar las ansias de libertad y movimiento.
No es fácil fragmentar un corpus y besar los pliegues de las piezas, buscar los lentes morados para observar el mundo se vuelve un desafío constante que se siente como correr en una rueda estática: es cansado y parece que el mundo está reticente al cambio. Sin embargo, gracias al esfuerzo de aquellas mujeres que se reivindican día a día es posible ver las artes desde otras perspectivas: el prisma se bifurca y se abre, se contrae y se expande. Autoras escribiendo las historias de mujeres fuertes, matizadas, complejas, con voz fuerte y que han dejado de ser decoración.
Teóricas que toman el cincel para descubrir fósiles para demostrar que siempre hemos existido, resistiendo, con pincel, pluma, cámaras y cualquier artefacto que se prohibía desde el inicio, a hurtadillas a veces, en los rincones de una cocina donde se cuece la sopa de la familia, en la mente mientras se lavan los trastes, en la transgresión de los espacios masculinos donde antes se tenía vedada la entrada y en donde estaban los secretos familiares.
Ahora sobresalen las mujeres fuertes en las páginas, voces activas, personajes complejos que desafían las convenciones de un canon, más humanas, menos polares: ya no sólo son mujeres ornamentales ni villanas malvadas, que era para lo que alcanzaba la transgresión, tampoco es el móvil cuya muerte provoca que el héroe se convierta en tal, no es el objeto de deseo que va colgado al cuello. Las personajes tienen pensamiento, es complejo y ahí están, siendo mujeres casi de carne y hueso que sienten y actúan como mujeres de carne y hueso: con su cuerpo, con sus miedos y con sus aspiraciones.
Ana Lucía Rivera Sánchez es una muestra de que la teoría es uno de los caminos que se pueden tomar para la reivindicación: hay una lucha lingüística, un análisis profundo de las autoras y las mujeres (imaginarias y no) de las que se escribe. Ésta es una pequeña muestra de su labor como divulgadora, como investigadora y como mujer. Aquí les dejamos una pequeña probadita de una forma distinta de ver el mundo: una interpretación compleja, y no complicada, que realiza sobre “Alas a los alacranes” de Liliana Blum a través del gótico feminista.
No olviden unirse a la búsqueda de mujeres creadoras, no olvide disfrutar de la literatura, pero tampoco de cuestionarse lo que está velado. No lo olviden, ¡juntos incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero