Dos cuerpos se encuentran en medio de una sala. La materia, pese a ser dos bloques de esencia sólida se convierten en uno mediante un abrazo. La mano de uno de los cuerpos se posa en su espalda, la otra baja más en un acercamiento erótico, los rostros están tan próximos uno del otro que la tensión se percibe en el aire. La historia de dos cuerpos que se encuentran en estas circunstancia se ha convertido en un lugar común de tanto nombrarse, repetición constante que ha evitado la extinción de la humanidad, pero a la vez cada pareja se vuelva la protagonista de la urdimbre más bella que existe: cada abrazo, beso, penetración cotidiana guarda en sí el místico encuentro con lo extraordinario.
Sin embargo, ésta no es la única pieza que se encuentra en medio de la sala. La pintura se mezcla también con las formas y se acompaña del movimiento, la historia y la individualidad. Una máscara, una pirámide al fondo y un hombre nos dialoga sobre cosmovisiones y la vida, no hay futilidad ni es estático: no hay muerte cuando se continúa danzando sobre la tierra y bajo el cielo amarillo.
Antonio Ramírez nos ofrece los retratos de la cotidianidad, sombras de lo que ha sido el mundo y de lo que será, cuerpos desnudos, bailantes, eróticos, pero también proféticos y profecías de quienes se encuentran sentados en una silla y simplemente se toman de la mano. El ir y venir atestiguando el mundo, hoy por hoy, nos regala una fracción del tiempo para sentarnos a ver lo Diverso de la existencia, del dejarse ser, del arrojo y la contemplación.
La luz y el espíritu se desglosan entre las pinceladas, las penas son únicas, pero todas y todos las hemos padecido con una intensidad individual, única, irrepetible e intransferible. Antonio Ramírez descompone esa esencia humana en pequeñas partículas de color, en pequeñas cinceladas que nos recuerdan que también estamos fragmentados, compartidos o no, somos uno en individuo y en comunión con el otro.
La “resurrección de las imágenes”, como dice Carlos Monsiváis en el texto que acompaña en esta ocasión la obra, está aquí frente a nuestros ojos con cada una de las peculiaridades de la realidad, no importa mucho la repetición de historia, la experiencia es única cuando se vive con la piel desnuda entre personas con máscaras y traje o mientras luchamos contra la animalidad que nos desdobla.
No se pierda la visita de esta increíble obra que El Tunal Centro Cultural nos ofrece para celebrar su tercer aniversario, no se pierda el bellísimo texto que acompaña la obra de Antonio Ramírez y escrito por el gran Monsiváis. Y no lo olviden, ¡juntos incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero