VERSIONES DE JAVIER ACOSTA
Fotografía extraídas de Twitter: @BenjaminASaenz
Tu hija
(California, invierno de 1989)
Para Linda, mi hermana mayor
Tu hija pronto reglará.
Lo dices con pesar
por el teléfono. Es solo una bebé,
dices, mi niña chiquita.
Tu voz se va elevando
y por un segundo
viajas
a ese día veraniego, en agosto
cuando querías morir
de alegría
mientras estrechabas el milagro
de su piel.
Tan solo una bebé, dices.
La quietud en tu voz
me recuerda que tú también
fuiste alguna vez
niña chiquita de mamá.
Aún recuerdo
cuando entraste a ese país
donde tu hermano menor
no te pudo seguir.
Tu hija pronto reglará.
Ay, esto llegó tan rápido, dices,
y sea lo que sea que sienta
se lo guardará para ella
(la hija de su madre).
Ya le está saliendo vello
en sus brazos,
en sus piernas,
y pronto tendrá
caderas suficientemente anchas —anchas— más anchas
como les gustan a los hombres.
Sus pechos crecerán,
pechos que algún día
florecerán, darán leche
brotes de mujer
floreciendo en la tierra.
Tendrá sueños
con muchachos —muchachos
que soñarán también con ella. Muchachos
que desearán
comérsela.
Tú hija pronto reglará.
Olerá como la lluvia
en la sequía.
Tu voz
se quiebra de pesar
por tu propia edad
consciente de que mientras tu oscura hija
crece,
tu empezarás a marchitarte—
consciente de que tú
ya no serás
la única mujer
que hay en tu casa.
Y sin embargo tu pesar
es algo más que por
el paso de tu tiempo.
Tu pesar es porque
tu hija deberá saber
muy pronto
el precio que deberá pagar
por su poder.
A los trece
(Las Cruces, Nuevo México, agosto de 1967)
Supe a los trece lo que era el pecado.
Supe lo que era amar, amar el pecado:
Mi curiosa mano fue allá abajo a tocar
lo que era mío en soledad, frotar
apretar, agarrar; mesmerizado
por un ansia creciente, algo del hombre
que estaba ya en mí, duro, más duro, arriba y abajo,
hasta que el frenesí de mi infancia me dejó bañado
en sudor. La humedad del descubrimiento
anegando mi estómago, mi pecho, la lluvia láctea
de un calor adentro de las nubes. Aquel olor:
humedad de algodón matutino que subía a mi cabeza.
Tuve que probar —desagradablemente amargo,
salado como sangre. Me estiré en la cama, cansado
incapaz de conciliar el antiguo sueño.
Por una semana, no pude mirar a mi padre
ni a mi madre, temeroso de que sus ojos
lo supieran y me acusaran. Y el sábado, corrí
a la iglesia a vomitar Oh Dios mío, siento de corazón
haberte ofendido, y aborrezco
todos mis pecados … Mi secreto vertido
al sacerdote redentor, mi voz temblando
arrepentida en cada palabra. Podría
ocultarlo para siempre en la vergonzosa oscuridad. Y luego
Palabras de sanación, renovación y luz. Inocente
de nuevo. Me arrodillé y recé. Limpio
y libre, regresé a casa, esperé una semana, entonces
lo hice una y otra vez —asombrado por el milagro.
Los poemas pertenecen al libro Calendar of the Dust (1991),
ganador del American Book Award; publicado por Broken Moon.