Salto del ángel (muere Antínoo)
A la entrada un pedazo de madera y un vivo en bronce con la leyenda “Inferi”. Jardín o selva, detrás se extiende lo que se ignora Un nombre en el centro de la frente, estigma y alfiler que todo une, gobierna, ejerce un comercio poderoso entre lo que fue, las grietas en la carne que acusan, y este anhelo en el pobre gesto de los ojos (todavía luz) que no escondo
¿Puede maltratarse la luz?
Me sé ansiedad de ser otra cosa. Una comezón en las piernas, como una luz roja, instintiva, me empuja a atravesar esta puerta sin muros ¿Qué es el descenso sino un difuminarse vapor entre las piedras? ¿Qué es la caída sino agua hecha aire, apenas humedad que el viento sopla? Soy el dios adolescente, bello como la tentación en el filo de un cuchillo: el que en la punta del deseo encontró la muerte y en ella el rostro de lo que no termina Seré por siempre tu amado en el mediodía de un recuerdo/ memoria encarnada en ti, que no perdonas
Hacia el abismo voy, cantando
Blanco en el vuelo, incorpóreo, me recuerdo mineral en la trama de la piedra. Al fin subo hasta el cielo de una mirada (esta que ves), ya cuerpo, mármol caliente: doble faro que recuerda, llama. A veces alguien acude
aro que recuerda, llama. A veces alguien acude
Cielo nublado, vientos variables
¿Si te dijera una mañana gris que se enciende
el aire? El camino que va de la mirada
al ave en movimiento (carne o metal, es ave
lo que vuela) es una posibilidad
piensas
“el paisaje improvisado en el cielo
es un mar” donde las nubes rompen en la luz
como olas que finalmente
emprendieron el vuelo
“Esa frescura incendiada, allá arriba, lejos
es la única razón por la que vale la pena madrugar”
dijiste
Primer avión de la mañana
: tu mirada como deseo de halcón
sigue la plata de ese pez
su nado
*
Si me dijeras
“ven
no niego la posibilidad”
mi corazón sería poco más tolvanera
que víscera
el cuerpo un impulso
unas cuantas palabras
(por mi boca
si te nombro)
hacia tu cabello
hasta posarse
en su levedad
y así mirar desde tu olor
el tacto que nos cubre
: arco del cielo
el otro mar
que respiramos
limpio
La lluvia de ayer
todavía remoja en la nariz
su huella, insinúa su regreso
latente: el agua que cae es
un pulso
del que vengo
al que voy
Si me dijeras
“ven
para que el vuelo exista
sé ave
para mí”
un dios recién nacido
haría de nuestras manos
nacimiento