ENRIQUE GARRIDO
Siempre me fue indiferente nacer y cumplir años el 20 de enero. Frente a la cuesta, la resaca festiva, los gastos e impuestos, se trata de un día gris tan falto de identidad como tráfico de miércoles o burócrata después de las 6, vamos, un día lleno de nada. No era especial hasta que descubrí que comparto natalicio con el gran David Lynch.
El genio del cine “fumado”, la pintura surrealista y la música electrónica falleció el pasado jueves 16 de enero de este incipiente 2025. Arquitecto de lo onírico y ominoso, es influencia de toda una generación de soñadores diurnos. Hacer un recuento biográfico desde sus inicios en el arte con sus oscuros cortometrajes es querer darle orden a quien siempre lo abolió. Y es que las estructuras que nos proponía eran como pesadillas, sin un inicio o final claro, llenas de símbolos, complejas y ambiguas, repletas de significados.
“Pon tu ojo en la dona, no en el hoyo” es un mantra que me ha acompañado a lo largo de mi vida, pues con Lynch todo era cuestión de perspectiva, de ver el otro lado. ¿Se puede resignificar lo pasado, lo escrito, lo dicho, lo escuchado, lo creado?
1968 fue un año convulso para el mundo, donde la conciencia era ese paraíso alcanzable y los aires de rebeldía y revolución se respiraban por una juventud dispuesta a cambiar las cosas; un despertar espiritual era posible. Por esas fechas, los Beatles viajan a la india para encontrarse con el gurú Maharishi Mahesh Yoghi. Allí escribieron grandes canciones, destacando una por su particular visión del mundo: “Across the Universe”. Ésta plantea un testimonio de su época, cuenta con una línea como verdadera manifestación de independencia: “Nothing’s gonna change my world” se repite constantemente, en lo que parece un intento por alejar aquello que atente contra mi esencia, contra lo que soy. Nada va a cambiar mi mundo, nada moverá estas palabras.
Gracias al imaginante mayor, Pepe Gordón, supe este dato. Resulta que David Lynch fue más allá de lo que plantea la línea mencionada, pues recuerda que para el Maharishi existía “un campo inmanifiesto, una nada en el interior de nuestro ser, un silencio trascendente desde donde brotan no tan sólo nuestros pensamientos sino también la inteligencia y la creatividad que cruza y bordea el universo”. De modo que para Lynch la línea “Nada va a cambiar mi mundo”, no se refiere a mantenerse, a conservarse inmóvil, sino abrirse al cambio, es decir, “LA NADA va a cambiar mi mundo”, mi percepción.
Escribe José Gordon: “El cineasta [Lynch] señala que en 1968 los Beatles viajan a la India y escuchan a Maharishi hablar de una nada inteligente y creativa en el fondo de la mente y el universo. John Lennon con gran agudeza le dice: ‘Are you trying to tell me that nothing’s gonna change my world’. Ambos se carcajean”.
Así, aguardo año con año la nada del 20 de enero, esperando que me envuelva en la creatividad y en la potencia de sentido, ya que desde hace mucho disfruto de mis cumpleaños Lyncheanos. “Across the universe” tiene otra línea emblemática: “Jai guru deva, Om”, que del sánscrito se puede traducir como: “Gloria al maestro espiritual”, un agradecimiento de Lennon al Maharishi, y que extiendo a David Lynch por plantearnos que existen múltiples formas de entender el mundo, a crear desde la alegría, y que la realidad se puede moldear, o que “el mundo es como tú eres. Si estás lleno de miedo, verás cosas aterradoras. Si estás lleno de amor, verás amor”, y quien no creo que se haya ido, sino que nos visitará en sueños, su ambiente natural, en medio de salas con cortinas de terciopelo rojo nos revelará un gran secreto del arte: “las ideas dictan todo, tienes que ser fiel a eso, o estás muerto”.