EZEQUIEL CARLOS CAMPOS
La historia del universo está escrita en una hoja en blanco. En ella no hay orden, sino un caos de tinta que se interpreta a años luz, buscando lugares conocidos y también sabiendo que hay espacios en esa hoja que nunca serán visibles por los ojos humanos. Esta historia debió ser escrita por alguien, es aquí que entra la pequeña fábula humana y su búsqueda por la creación de los mundos. Las religiones se encargan de construir teologías, intentar entenderse desde la narración, los mitos. Hay alguien arriba, quizá, cuyo poder de creación refleja la consistencia del acto de inventar. Sin embargo, tampoco hay un orden en estos cuentos primitivos, no hay manera de descubrir el origen del universo del que hablamos al principio. La vida es eso, preguntarse de dónde venimos y quién es el creador de nuestros cuerpos, más allá de lo biológico. Estas reflexiones suscitan planteamientos desde distintos puertos, y aquí Eduardo S. Rocha (Zacatecas, 1991), en su novela El huevo y el uróboros (Amazon, 2023), nos invita a adentrarnos al caleidoscopio que se entiende la creación en su acepción más compleja. El crear, para el autor, es un acto infinito que requiere de una mano inteligente, capaz de descifrar las cuestiones de la existencia, entendiendo la vida y la muerte como una etapa natural en un universo en constante creación.
Los distintos dioses encontrados en las también infinitas ideas mitológicas aquí se reducen a un nombre: Adán. No el tocayo que encontramos en la Biblia, aquel primer hombre tonto que, en conjunto con su contraparte, fue expulsado del paraíso, hizo enojar al dios creador. Tampoco aquel que creó la discordia entre sus hijos, como encontramos también en las fábulas de José Saramago, ese Adán que fue creado para enseñar a sus futuras generaciones que vivir era sufrir y estar castigado por toda la eternidad. El Adán en El huevo y el uróboros es un creador al estilo divino, es él quien toma la batuta para cambiar su historia, mejorar los acontecimientos pasados y otorgarles una reivindicación a sus adanes pasados, limpiando su nombre de toda carga negativa. Este Adán de la novela de Rocha es un sujeto interesante: alguien que en toda su vida no hizo más que contar la historia del mundo, de sus descendientes. Hay momentos que el lector de esta novela se transporta a esa primera charla entre el creador y el creado, el diálogo que pudo ser dicho en el principio, en el medio o al final de la historia porque sabemos que cada nombre, personaje o persona existente es una parte de un pasado que también puede ser un futuro. Estas charlas fueron dichas desde siempre, ahora en este momento, entre creadores de diversos niveles. Este juego de realidades, de tiempos verbales, de saber quién crea a quién y por qué el mundo (o el universo, más bien) es un uróboros que contiene todas las cosas materiales y espirituales y que nunca desaparecen, incluso cambian de aspectos en una eterna destrucción y creación. Así, el Adán de este libro, al estilo de los cuentos de Borges, descubre cómo funciona el mundo e intenta ser quien recopile toda la información existente, cual aleph.
El huevo y el uróboros es un manual sobre cómo escribir una historia. En la novela encontramos vestigios creativos de Tolstoi, Ira Levin, Sófocles o Freud. Es aquí que los lectores de este libro no sólo se inmiscuirán en la intriga creativa que propone Rocha, sino también aprenderán el arte de la escritura, encontrarán los elementos claves para la imaginación, la obra y la manera en que el autor se convierte en dios, tal como entiende a los poetas Huidobro, este acto creativo uróbico no se entiende sin la literatura. De esta manera, la novela juega con las posibilidades infinitas de dividir una historia, cambiarla y llevarla por otro lado, a como nos enseñó Paul Auster con 4321. Asimismo, Auster es un claro ejemplo de, además de lo dicho, cómo se puede crear una novela mediante el azar, de la cual Rocha retoma las posibilidades que otorga esta práctica, ¿cómo hacer que los personajes se muevan, por ejemplo, al tiro de un dado?, ¿cómo mantener una historia en la que ni el creador ni sus creaciones saben lo que les pasará al final de la novela?, ¿es el azar un arma de doble filo en la literatura?, ¿no será que el mundo se creó de manera azarosa?
La escritura es un juego de focalizaciones para Eduardo S. Rocha, en esta novela el lector también se adentra a una poética sobre cómo es el proceso creativo: alguien que crea una historia, los personajes de la misma, el lector que los lee. Se rompen muchas cuartas paredes, porque no sabemos quién es en verdad quien escribe y sus protagonistas. Los lectores son los escritores y los mismos protagonistas vigilan los actos como si fueran los espectadores. Entre otras enfocadas a Adán y Eva, esta narración habla “sobre una pareja que espera un hijo y que, por capricho de quien mueve los hilos, jamás ha de nacer”1. El que los mueve parece un fantasma que observa a sus creaciones, así como nos han enseñado que vive dios en el paraíso y percibe nuestros movimientos para ver si somos merecedores de la vida eterna. Ése es el acto creativo: mover los hilos de algo y dar vida con esos movimientos, de amanera azarosa.
¿Fue dios o Adán quién creó a Eva? En esta novela, la mujer también tiene un papel importante en temas creadores, ya que ella es quien carga al primogénito del mundo. En el papel de escritor Adán mata al hijo, pero recapitula y vuelve a escribir una historia un poco distinta. Qué maravilla tener ese poder de cambiarnos cuando las cosas se van al carajo. Estos adanes y evas de la novela son gente común y corriente, podemos ser nosotros mismos porque también somos creadores, hacemos arte, hijos, fortunas, desgracias, la existencia se basa en hacer cosas. Eduardo S. Rocha ensaya los riesgos de tomar decisiones, tales como no querer ser madre o dejar el trabajo por el embarazo; también el estar embarazada después de esterilizarse; el engañar a su esposa por una mujer más joven; a través de estas páginas Rocha recrea a sus personajes, encontramos a una María bíblica con su hijo y su esposo, a una Eva que no quiso ser madre, pero el destino le puso en el vientre la semilla maldita como a Rosemary, una Barbie encerrada en una casa de juguetes; la madre, el hijo y el padre son la tríada que el lector de El huevo y el uróboros intentará manifestarse a través de sus actos. Desde un caos es posible distinguir el acto creativo, y este es, para Rocha, la herramienta necesaria para entender por qué estamos en el mundo, mediante las historias logramos interpretar que el eterno retorno nietzscheano es el único logro de la naturaleza en esta hoja en blanco que es el universo.
_________________
1 Eduardo S. Rocha, El huevo y el uróboros, USA, Amazon, 2023, 120p.
*Texto de presentación del libro El huevo y el uróboros de Eduardo S. Rocha, leído por el autor en El Socavón del Arte Centro Cultural el 1 de junio.