
EZEQUIEL CARLOS CAMPOS
Aidan Chambers habla sobre el “círculo de lectura” en El ambiente de la lectura (Fondo de Cultura Económica, 2021), como el proceso natural en que los libros transitan de un lector a otro al momento de leerse. Cada vez que leemos realizamos distintas actividades; cuando hablamos de la lectura, se especifica que no es una cadena de reacción en el que hay un punto de inicio y uno final, sino es como un círculo “en el cual la secuencia retorna nuevamente al inicio, de modo que el comienzo siempre es el final y el final es el inicio”.
Para que la propuesta del autor inglés se pueda desarrollar, requiere de algunos puntos clave, una de ellas es la selección, lo cual significa que para que toda lectura funcione necesita una elección previa por parte del facilitador, y que además estos libros tengan una disponibilidad para sus lectores. Para que ésta funcione, como lo explica Chambers, se debe dar acceso a los textos. ¿Cómo se logra el placer literario cuando no se pueden palpar los libros?
Chambers también señala la lectura, comentando lo siguiente: “No tiene caso gastar tiempo en seleccionar algo para leer si nunca ‘leemos’ lo que hemos seleccionado”. Estoy de acuerdo con este punto, ya que un facilitador, para que funcione el movimiento natural del libro en la lectura, incluso en el aula, debería ser un lector del material puesto en la mesa, de los textos que se programan o se dan a leer al alumnado todo lo que se disponga como material debe ser planeado y estructurado en sentido a su función, qué se verá primero y qué libros darán continuación y término al programa.
Parafraseando a Chambers, cómo puede un facilitador con este círculo de lectura ayudar a quienes pretenden aprender a leer, mejorar su experiencia lectora. La lectura puede motivarse por distintos factores, y uno de ellos es el lugar en que se desarrolla; hay que buscar lugares donde se puedan realizar concentraciones adecuadas para los lectores, exista la comodidad, el silencio y un ambiente adecuado.
La necesidad de pensar en una respuesta, ya que la lectura de literatura afecta a la gente de distintas maneras, es una respuesta innata al momento de que los lectores la experimentan de los textos que se le otorgan, y esto da como resultado que ellos respondan a dos cosas principalmente: si les gusta el material intenten leer algo parecido, del mismo autor o género; o también se llevan a cabo dos tipos de conversaciones si es que el material es de su agrado: una formal, que refiere a los diálogos realizados en las escuelas, seminarios, talleres; o la informal, la charla normal con los amigos y familiares y así encontrar más lectores o interesados en los libros, materiales. Con todo esto, Chambers desea formar lectores reflexivos, porque para él “La lectura […] es un medio para pensar”.
Lo anterior no se llevaría a cabo sin una de las partes importantes en este proceso de la lectura como un círculo, propuesto por el inglés; los que están dentro de la circunferencia son aquellos por los que pasa toda causa lectora, los facilitadores. Por ellos pasa la selección, la lectura y la respuesta que tendrán los lectores, es gracias a ellos que un libro funciona, es gracias a ellos que los alumnos, por poner un ejemplo, leen el libro y se convierten en lectores. Aidan Chambers explica que leer es un oficio y un arte, si existe un facilitador es porque él se convirtió en uno gracias a que antes hubo otro, porque estos conocimientos se trasmiten a través de experiencias y es de esa manera como se llegan a reproducir en sus distintas circunstancias. Con esto, el círculo se completa.
El círculo de lectura de Chambers.