JOSÉ MÉNDEZ
Mi padre me lo presentó entre avenida Hidalgo y Torreón. —Él es el “Pajarito” Moreno—me dijo mientras le extendía la mano para saludarle. El hombre confundido nos escrutó como intentando reconocer en nuestras cabelleras su nombre. Tiempo después volví a escucharlo, su gracia se elevó al verle co-protagonizar algunos filmes con estrellas del cine de oro. Lo vi moverse con una agilidad cuya cadencia emulaba un cisne dentro de las cuatro cuerdas. Mi afición por el deporte no fue producto de esa casualidad. Saboreé la gloria del “Finito” López al retirarse sin visitar la lona, me emocioné con la saña tremebunda de Morales. Mis pantalones cortos se los debo al circo desmesurado del “Maromero” Páez y al “Macho” Camacho. Mis lágrimas rodaron de alegría al ver al “Pac-man” explotar su mandíbula ante el “Dinamita” Márquez en la cuarta entrega. Sin embargo, muchos años atrás había padecido la primera desilusión, vi respirar por la boca a un Chávez lento y viejo, sin hambre ni garra. La debacle llegó con su misma receta, un gancho bien conectado por la promesa México-americana del momento, esa que me condujo a descubrir mi segunda y última desilusión; exhibir a un pelirrojo tapatío, hoy millonario excéntrico, ante un Mayweather cobarde y sin gallardía y confirmar que la industria no es un juego de guantes rojos o azules, sino de cuello blanco.
“Ahí la apuesta vale más que la calidad, no así la pasión que inconscientemente te estoy depositando en los puños”, volví a escuchar a mi padre la noche que me pidió le rompiera los dientes a Iván. Retrocedí dos pasos, la fiera acecha sigilosa fauces abiertas. Primera tarascada, “jab” derecho al pómulo dos centímetros margen de error. Guardia arriba bombea la sangre, rabia en los dientes, “la guardia no debe caer, brazo izquierdo frente al mentón, brazo derecho de barbilla al hígado haciendo fricción”, de nuevo la voz de mi padre. Pasos coordinados Tchaikovsky baile emulando al “Pajarito”, recto fallido cabeza abajo movimiento de cintura medio cuerpo al suelo dorso de mano a la nunca, piernas cimbradas torrente en las rodillas tambaleo lágrimas en los ojos, vi a mi padre patear mi primer trabajo de carpintería balbuceando “hay mejores”, sentí la hebilla de su cinto revestido de cuero en mi espalda por un mal movimiento, vi a mi madre llorarle al tío Javier cuando mi padre le amenazaba con dejarle, mis hermanos con cabellera de roedor firmes papá tijera en mano, vi la cabeza de mi “Robocop” rodando entre las muñecas de mi hermana a causa de un berrinche, vi las burlas de los chavos de la cuadra (entre ellos Iván) por mi forma de vestir, no era elección sino necesidad, conocí la rabia el coraje el miedo. Adrenalina en los puños. Piernas ancladas a la tierra otra vez Tchaikovsky, avanzada dos metros, volea arriesgada tumba la guardia, remate con “hook” a la zona empática Iván pierde la estática, “Uppercut” al mentón, silencio de espectadores los chavos de la cuadra mi madre en la puerta mi padre guarda la calma, recto nariz boca barbilla el cielo el aire la noche el suelo la sangre labio abierto no hay esperanza. El recuerdo es un animal teológico que reviste todos mis miedos, no así, el respeto que no era respeto sino miedo a mi padre.