Sara Andrade
En Twitter (lo siento, me niego a decirle X) y en TikTok existe este trend de chistes surreales sobre pedirle a un hipotético genio en la lámpara por cosas completamente inmorales. El chiste radica en que el genio está obligado a cumplirte tu deseo y en que el deseante, consciente de esta atadura, ha decidido poner al genio entre la espada y la pared. Los deseos van desde “que les caiga un ladrillo a todos los indigentes del mundo” a “que comience la Tercera Guerra Mundial”. En TikTok, los cómicos actúan como el genio atormentado por el mal deseo. Miran al chico que pidió tal barbaridad con miedo, confusos. ¿Quién gastaría un deseo para pedir terror para los demás, cuando puedes pedir bienestar para ti? La otra pregunta implícita es la siguiente: Moralmente, ¿qué es más correcto? ¿Desea algo solamente para ti o desear algo, por muy malo que sea, para toda la gente?
Entre los discursos y discusiones sobre si la gente merece o no sufrir un genocidio, me he encontrado con que, entre el ruido y el silencio, a nadie parece interesarle la idea de la paz. En las redes sociales he leído todo tipo de especulaciones, sobre si la guerra mundial ya está sucediendo de hecho, sobre si todo esto es causado por la “cabal reptiliana”, o sobre qué tipo de verduras puede crecer en un eventual invierno nuclear. No son teorías conspiratorias para intentar explicar luces en el cielo, sino teorías que sirven para cavar un agujero en la tierra y tirarnos dentro.
Es casi gracioso. Es como si esperar a que las cosas resulten bien o mejores para todos resultara patético, digno de burla y vergonzoso. El deseo por la paz mundial, como hacían las participantes para ganar Miss Universo, ahora no resulta enternecedor o meritorio de una corona en la cabeza; resulta chocante e infantil, raya en la estupidez. Eres tan tonta como una mujer que quiere ser la más bella del Universo. No hay espacio para el optimismo radical. El trend del momento es precisamente lo contrario: acuéstate y déjate pudrir. Es más, si en tu desesperanzan nihilista tienes la oportunidad de hacerlo, deberías llevarte a cuántos puedas contigo.
Ahí es donde se ha colocado nuestra misericordia: que si nadie puede ser feliz, que todos suframos. Es más fácil desear por algo que, aparentemente, podemos alcanzar más fácilmente que la paz en la Tierra. Es más fácil, también, bromear desde el suelo. El humor de la horca.
Me pregunto si hay cabida, entonces, para la honestidad. A veces la verdad es más punzante que la broma hecha con intención de herir. Me pregunto si entre los chistes y las teorías conspirativas, podemos decir: Lo que tengo es miedo y lo que más quiero, como las mujeres tontas de las que se burlan en la televisión, es solamente un día templado, lo suficiente como para usar un suéter ligero; no recurrir a la crueldad, la paz para todos.