ENRIQUE GARRIDO
Advertencia: Todo lo que sé sobre La casa de los famosos, lo sé en contra de mi voluntad. Resulta imposible alejarse de la mancha voraz mediática, de los trending, de la discusión pública… Así me enteré, sin investigación y sin verificar los datos. ¿Será importante? De modo que las observaciones al respecto de ese programa serán una reducción (si eso es posible) dado que no he visto un sólo programa completo, es más, creo que ni siquiera más de 10 minutos seguidos. Gracias.
Fue a inicios de siglo, cuando, en 2002, un programa reclamaba la modernización de la televisión y de los medios mexicanos. Se vivían tiempos de cambio, la alternancia política llegaba y el PRI era desterrado de la presidencia después de 85 años por un candidato digno de la sociedad del espectáculo: Vicente Fox. Televisa era un gigante de los medios en Latinoamérica y buscaba mantenerse a la vanguardia, por ello produjo la primera edición de Big Brother, cuyo éxito radicaba en el voyerismo de ver personas desconocidas en su intimidad, en su rutina. La verdad a la semana ya cansaba. Nuestra vida es patética sin un buen guionista. Así, los productores consideraron que la evolución natural era hacer lo mismo, pero ahora con gente “famosa”, surgiendo Big Brother VIP en ese nostálgico año.
22 años después…
Para el 2024 imaginábamos un futuro con autos-voladores y edificios tecnologizados, o quizá enfrentando el apocalipsis tecnológico, la distopía de Skynet, o la escasez de Madmax, y por la nula evolución sólo tenemos esta chapuza llamada La casa de los famosos. De acuerdo con el comunicado de la empresa productora, ésta cuenta con “más de 6.5 mil millones de reproducciones de video en redes sociales en tan sólo tres semanas de esta temporada, convirtiéndola en el programa con más video views en la historia de México”. ¿Qué lo hace tan popular?
Dentro de las muchas actitudes expuestas por los “famosos” se encuentran la misoginia, homofobia, machismo, menosprecio a la salud mental, exceso de alcohol y consumo de drogas. ¿Por qué esta violencia cultural tiene esos niveles de audiencia? ¿De verdad nos atrae la maldad?
A inicios de la década de los 70, el psicólogo social Philip Zimbardo realizaba uno de los experimentos más controversiales de la historia. Mediante un anuncio en el diario local, Zimbardo ofrecía 15 dólares al día por participar en un experimento en la Universidad de Stanford, que consistía en investigar los efectos psicológicos de la percepción del poder y la autoridad en un entorno carcelario. Así reclutó a 24 estudiantes universitarios, asignándoles aleatoriamente los roles de prisioneros y guardias en una prisión simulada en el sótano. Se trata del experimento de cárcel de Stanford (financiado por la Marina de los Estados Unidos), el cual a los 6 días fue suspendido, pues la violencia se desbordó con los guardias adoptando comportamientos abusivos y los prisioneros mostrando signos de estrés severo.
Dicho experimento arrojó el concepto de “El efecto lucifer”, un fenómeno social que se presenta en el proceso de transformación por el cual una persona integrada en la sociedad y sin patologías se convierte en un individuo violento. Sin factores psicológicos o traumas personales, sólo la presión del ambiente. Los escenarios estresantes, las reglas externas y el deseo de salir vencedores hacen que los individuos se deshumanicen y actúen de una forma no esperada, justificando lo injustificable.
Zimbardo, que veía todo a través de las cámaras instaladas, cuenta que perdió la noción ética de su comportamiento y no pensó en detenerlo hasta que Christina Maslach, una estudiante que no constaba de cómo era la rutina allí, cuestionó la ética y la moralidad del entorno.
Al igual que Zimbardo, existe cierta seducción en mirar la denigración humana, cómo se destruyen otros. Se dice que fue la falta de patrocinadores lo que hizo que el programa reculara un poco, sin embargo, debemos admitir que esta clase de contenidos son adictivos. Al final sólo basta recordar eso que decía Nietzsche: “Quien lucha con monstruos debe tener cuidado de no convertirse en un monstruo. Y si miras largamente un abismo, el abismo también te mirará a ti”.