Luis Fernando García Castañeda
Desde un punto de vista ontológico, podemos decir que el futuro está acelerando: la situación parece ir a peor, del sistema se producen riesgos cada vez más rápido. Sobre las generaciones actuales se han devenido múltiples crisis económicas, de salud, políticas, sobre todo. Armando un contraste, ¿cuántas de estas incidencias sucedieron a nuestros abuelos? ¿Y a sus abuelos?
Crisis migratoria, sexta extinción, un preámbulo —ya iniciado— a la cuarta revolución industrial: nuevas tecnologías en un mundo cada vez más conectado, pero cada vez más disperso. Entonces se generan, casi como regla de tres, nuevos sujetos políticos. Existe una amenaza ontológica palpable, Armen Avanessian, en Meta-futuros, nos habla de todo esto, mi enfoque esta vez va al último punto: nuevos sujetos políticos.
Para abordar este tema veo necesario recurrir al concepto de dispositivo de Foucault: “Aquella red que puede establecerse entre un conjunto heterogéneo de elementos”. Desde este punto se pueden analizar conceptos de carácter sociopolítico.
Por lo mencionado anteriormente —las crisis—, es bastante evidente que los flujos migratorios constituyen un nuevo sujeto político, así como un nuevo dispositivo foucaultiano. Pero este nuevo dispositivo corresponde a una falla: no son sólo “una línea de fuga hacia el futuro”, como dice Armen, son también uno de los vectores con más magnitud al momento de hacer política desde el aceleracionismo, desde la muerte del capitalismo. La figura del mártir migratorio es una condición de refugiado indeseable, que se mira desde la incomodidad allá donde se presenta.
Giorgio Agamben dice que el refugiado-migrante “pone en crisis la ficción originaria de la soberanía”, disgrega casi de inmediato la trinidad de estado-nación-territorio, la inutiliza y hace ver antigua. Asimismo, compone un sistema social pequeño —en comparación de la nación a la que parte y de la que llegan— con sus propias leyes, ídolos y hasta tendencias, no me refiero a tendencias sociales, sino filosóficas y estadísticas.
Cuando el ser humano construye espacios suele hacerlo apuntando a un afán de permanencia, lo usual es que duren más que una vida humana. El refugiado genera sitios clavados en territorio normalizado que componen no-lugares, pero son también realidades de continua integración, representan un continuo memento mori para el capitalismo y su Tierra Santa de leyes y regulaciones políticas a la que llama “nación”. Estos espacios resuenan y hacen eco porque lo olvidado o desconocido es una perpetua amenaza.
Estos campos desnudos no tienen ley, se alimentan de la bestialidad… Son lugares de excepción, no hay soberano al cual obedecer, pero la libertad de aquí es paradójica, el estado existe no para regular, sino para simplemente apartar. Espacios que “funcionan como un glitch de la biopolítica foucaltiana”.
Esta soberanía inversa es vigilada desde el exterior, fuera de una ley que se anhela, pero dentro de una impuesta por el instinto. La inpertenencia de la tierra reina a este sujeto político —refugiado, migrante o ambas— que es cada vez más heterogéneo, pero carece de nombre o forma. ¿No es así como “llegamos al mundo”? ¿Al menos hasta que una trinidad estado-nación-territorio nos anexa? ¿No es entonces parte de nuestro pasado? Ante esto el sin-nación obedece a un mundo casi mágico, imposible de dominar y casi perpetuo en la propia incomprensión de sus componentes.
Los refugiados componen una amenaza a las soberanías capitalistas, una masa de carne que se estampa en la puerta de las naciones para recordarle que morirá… Memento mori, haciendo uso de mecanismos casi sobrenaturales, proponiendo consecuencias catastróficas que el estado no puede administrar: en este momento la ciudad de El Paso, en Texas, ha declarado estado de emergencia debido a la llegada masiva de migrantes. Capitalismo sobrepasado, destrucción de su status quo. “Un colectivo que es humano e inhumano a la vez, que está dentro y fuera, que está vivo y muerto”.
Con este discurso no pretendo emitir juicio alguno sobre la situación migrante actual, tanto empato con el pensamiento de que los refugiados salen de sus naciones por dicha carencia de condición humana moderna y digna, como entiendo que la crisis migratoria ya no es sostenible para ningún país del mundo, normal que se muestre el descontento de quien “les recibe”. Esto es un retrato del mundo en el que hoy me tocó despertar.