Ezequiel Carlos Campos
Crecí viendo las fotos de mi abuela materna: una mujer de mediana edad rodeada de un montón de niños que nacieron entre los años sesenta y setenta; en el suelo se ve la placa que identifica a ese grupo de alumnos, su grado, su grupo. Mi abuela es una persona de muy baja estatura, por lo que, si se vieran esas fotos sin detenimiento, pareciera que ella es parte de ese grupo. Mi abuela fue maestra durante treinta años y, desde que tengo memoria, nos ha enseñado las cosas básicas que se aprendían en aquellos años: una educación tradicional, de memorización. Un día, en mi infancia, le dije a mi abuela que yo quería ser maestro como ella, pararme frente al salón y hacer que el alumnado lograra un desenvolvimiento propio ante el mundo. No con esas palabras, claro. Ser maestro se convirtió en uno de mis anhelos, algo que, más allá de coordinar talleres literarios, realizar prácticas educativas en preparatoria y estudiar un posgrado con énfasis en pedagogía y didáctica de la lengua y la literatura, no he podido cumplir.
Cada que leo libros sobre pedagogía, llámese Paulo Freire o Breo Tosar, me vienen las ganas de dejar todo lo relacionado a la escritura, a la poesía, y enfocarme de lleno en buscar un trabajo de maestro. Para mí la educación es algo importante, siempre lo ha sido, ya que es la parte en donde he mantenido una estabilidad cognitiva, creativa y práctica respecto al mundo en que vivo, la forma en que he podido ser yo mismo e interpretado los actos que me han llevado a ser lo que soy. Y lo que he sido, hasta ahora, en un apasionado a los libros y la literatura, algo que se formó, claro está, gracias al entusiasmo de uno de mis maestros en la preparatoria. ¿Cómo se logra enseñar la literatura, formar lectores y futuros escritores?
Hace más de un año, cuando todavía ejercía el periodismo, me di a la tarea de encontrar trabajo de maestro. Pensaba que, aunque no había perdido el tiempo en ejercer otros oficios (llámese editor y corrector de estilo en una editorial y de reportero en un ayuntamiento), dejé de lado la importancia de la experiencia docente al momento de egresar de la licenciatura; veía a compañeros de mi generación y de pasadas haciéndolo desde que terminaban sus estudios. Necesitaba apresurarme para que no se me hiciera tarde. Descubrí que en algunos colegios privados requerían a maestros de español, en diferentes niveles. Llevé mi currículo vitae a cada una de las instituciones y en algunas, al ver mi nula experiencia ante grupo, me decían que no era el indicado, buscaban perfiles distintos; en otras recibían mis papales y me realizaron pruebas psicológicas; en una, en la mayor esperanza, me recibieron, platicaron conmigo y me agendaron una clase muestra. Estar en las escuelas, escuchar el ruido que hacen los alumnos, los ecos de los conocimientos vistos en clase, hizo que mis ganas por ejercer ese oficio se hicieran más grandes, verme a mí en un futuro en las fotografías de grupo, junto con mis alumnos, así como las fotos viejitas de mi abuela; cumplir ese sueño. Tuve mi clase muestra y, a lo que recuerdo, me fue bien, participó personal docente y del alumnado, hubo participaciones, preguntas sobre el tema. Pero no me dieron el puesto, días después descubrí que se lo otorgaron a alguien conocido, con mayor experiencia laboral ante grupo. ¿Cómo piensan las instituciones que se adquiera experiencia cuando no dan la oportunidad de adquirirla?
No me quedó de otra más que seguir preparándome, por eso decidí entrar al posgrado, enfocarme en adquirir los conocimientos pedagógicos faltantes en mi currículo, aunque no diera clases por lo menos llevarlas, aprender cuestiones de la educación literaria y esas cosas. Pensaba que, si todo salía bien, quizá egresando de la maestría podría encontrar trabajo ahora sí y dedicarme de lleno a la enseñanza. Ser maestro, repito, es un sueño que tengo de niño, gracias al trabajo ejercido de mi abuela materna durante varias décadas; esta afición crece cada vez que descubro diferentes libros enfocados a la pedagogía, y más cuando encuentro que la educación puede cambiar el mundo.
Escribo esto como testimonio: quizá, cuando la vuelva a leer, haya dado mis primeras clases en la institución educativa que me haya dado la oportunidad.
Tu lo lograrás tienes la oportunidad de demostrar tu gran capacidad así que a buscar esa puerta que estará abierta para ti bendiciones mi escritor favorito