Perla Yanet Rosales Medina
Querido lector o lectora, es probable que no hayas decidido leer esto.
Hace varios meses, estaba dispuesta a reproducir en YouTube una clase titulada “Introduction to Human Behavioral Biology”, la cual me pareció bastante interesante. Además, una vez que comencé a escucharla, el expositor tenía algo que me hacía querer seguir oyendo su discurso. El video era de la prestigiosa Universidad de Stanford, y ésa era otra de las razones por las cuales quería seguir viendo. No lo terminé de ver en su momento, pero justo a la mañana de hoy, una serie de eventos me ha llevado a verlo.
Brevemente describiré cómo llegué al acontecimiento de esta mañana y, quizá, al final de este artículo todo haga sentido. Soy fiel seguidora de la física alemana Sabine Hossenfelder, quien además es youtuber, y en ocasiones sus videos me inspiran a escribir y profundizar más sobre el tema. Esta vez llevó mi interés a un tema de mucho debate filosófico, pero que también se ha intentado explicar a través de las neurociencias: estamos hablando del libre albedrío.
¿Qué sabemos del libre albedrío?
El concepto de libre albedrío ha intrigado a lo largo de la historia, dando lugar a diversas perspectivas. Desde la filosofía tradicional, que lo define como la capacidad de decidir sin determinación externa, hasta el determinismo causal, que sugiere que nuestras elecciones están predestinadas por eventos anteriores. Las neurociencias aportan la visión biológica, argumentando que la actividad cerebral influye en nuestras decisiones. La psicología se pregunta sobre la conciencia y la autorregulación, mientras que la teología asocia el libre albedrío con la responsabilidad moral otorgada por lo divino. Desde una perspectiva existencialista, el libre albedrío se entrelaza con la creación de significado personal. Esta diversidad de enfoques refleja la complejidad del libre albedrío, un fenómeno que desafía nuestras concepciones fundamentales sobre la naturaleza humana.
Explorando las distintas perspectivas sobre el libre albedrío, la visión provocadora de Robert Sapolsky se destaca como una influencia clave en este intrigante debate. Sapolsky, reconocido científico en el campo de las neurociencias, plantea en su último libro Determined: A Science of Life Without Free Will, que la biología, las hormonas, nuestras experiencias y circunstancias convergen para dar forma a nuestras acciones. Desde su óptica, este determinismo biológico sugiere que nuestras elecciones están, en gran medida, predestinadas por las reglas de la biología y las leyes físicas que gobiernan el universo.
El libre albedrío es un tema complejo y sigue siendo objeto de debate incluso en el ámbito científico, sin ofrecer una respuesta única para cada persona. En este punto, lo crucial radica en la importancia que cada uno atribuye a la elección libre y cómo percibimos este proceso. Me quedo con una frase contundente de Sapolsky, la cual enuncia al responder la pregunta: ¿qué rasgo considera excesivamente humano? Su respuesta se alinea con la realidad actual del mundo: “Nuestra disposición a ir a la guerra por valores e ideologías”, finalmente ésta es una invitación a ver hasta dónde nuestras decisiones son absolutamente libres y conscientes y cómo los contextos bajo los que vivimos nos restringen o privilegian con esa libertad.
Bibliografía
Falk, D. (2023, 13 noviembre). “Yes, we have free will. No, we absolutely do not”. Nautilus. https://nautil.us/yes-we-have-free-will-no-we-absolutely-do-not-431904/
Ruiz Torres, P. (2019). “La herencia de la memoria y sus representaciones”. Pasajes, 56. Valencia: Universitat de València, 2019.
“Sobre de la neurociencia”. (2019, 17 octubre). https://espanol.nichd.nih.gov/. https://espanol.nichd.nih.gov/salud/temas/neuro/informacion#:~:text=El%20objetivo%20de%20la%20neurociencia,nervioso%20en%20muchos%20niveles%20diferente
Stanford. (2011, 1 febrero). “Introduction to human behavioral biology” [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=NNnIGh9g6fA
Difiero de las ideas deterministas. Aún siendo psicólogo clínico, me mantengo escéptico a la idea de que las conductas individual y social se rigen por las respuestas (reforzadas o no) a ciertos estímulos, y que estas respuestas se pueden explicar de manera adecuada a partir de la acción del Sistema Nervioso Central. Asimismo, las fórmulas (neuro)químicas, que a su vez tendrán su base en la física de partículas son insuficientes para hablar de predicción y determinación.
A continuación comparto algunos fragmentos, en relación a mi postura, de un texto de Stephen Hawking (2004) titulado «¿SE HALLA TODO DETERMINADO?», que forma parte del libro «Agujeros negros y pequeños universos»:
«Sería posible poner reparos a esta definición del libre albedrío sobre la base de que una vez que hallemos una teoría unificada completa podremos predecir lo que vaya a hacer la gente. Pero el cerebro humano se halla también sometido al principio de indeterminación. Así, pues, existe en la conducta humana un elemento de aleatoriedad asociado con la mecánica cuántica (…). Aunque conocemos las ecuaciones fundamentales que gobiernan el cerebro, somos completamente incapaces de emplearlas para predecir la conducta humana.
Esta situación se plantea en ciencia siempre que abordamos un sistema macroscópico, porque el número de partículas resulta demasiado grande para que exista alguna probabilidad de resolver las ecuaciones fundamentales (pp. 149-150)».
Más adelante en el texto, Hawking subraya el aspecto evolutivo en tanto especie gregaria:
«No es posible basar la conducta propia en la idea de que todo se halla determinado, porque ignoramos que es lo que se ha determinado. Por el contrario, hay que adoptar la teoría operativa de que poseemos libre albedrío y somos responsables de nuestras acciones. Esta teoría no sirve de mucho a la hora de predecir la conducta humana, pero la adoptamos porque no hay probabilidad de resolver las ecuaciones surgidas de las leyes fundamentales. Existe también una razón darwiniana para creer en el libre albedrío. Una sociedad en la que los individuos se sientan responsables de sus acciones posee una probabilidad mayor de actuar unida y sobrevivir para difundir sus valores. (…) El concepto de libre albedrío corresponde a un campo ajeno a las leyes fundamentales de la ciencia. Si uno trata de deducir la conducta humana a partir de las leyes de la ciencia, se ve sumido en la paradoja lógica de unos sistemas referidos a sí mismos. Si cabe predecir por las leyes fundamentales lo que uno hará, entonces el hecho de realizar la predicción puede modificar lo que suceda (p. 151)»
En la parte final del capítulo lo sintetiza de la siguiente manera:
«La única prueba objetiva de que un organismo posee libre albedrío es que no se pueda predecir su conducta. En el caso de los seres humanos, somos del todo incapaces de utilizar las leyes fundamentales para poder decir lo que harán las personas, por dos razones: Primero, no podemos resolver las ecuaciones dado el enorme número de partículas que intervienen. Segunda, aunque consiguiéramos resolverlas, el hecho de formular una predicción perturbaría el sistema y podría conducir a un resultado diferente. En consecuencia, y como no cabe predecir la conducta humana, muy bien podemos adoptar la teoría operativa de que los seres humanos son agentes libres capaces de elegir lo que hagan. Parece que existen ventajas definidas para la supervivencia en creer en el libre albedrío y en la responsabilidad sobre las propias acciones. Eso significa que tal creencia debe ser reforzada por la selección natural (p. 155)».
Al final del comentario coloco el libro en PDF y las páginas del archivo que equivalen a las que coloco en las citas. Gracias por compartir esta columna y abrir la conversación-debate.
Hawking, S. (2004). Agujeros negros y pequeños universos. Planeta. [Obra originalmente publicada en 1993 bajo el título «Black holes and baby universes and other essays»].
PDF: https://www.cs.buap.mx/~jitalo/libros/agujeros.pdf
Correspondencia de las páginas: pp. 149-150= p. 92 (PDF); p. 151= p. 93 (PDF); p. 155= p.96 (PDF).