
ÓSCAR ÉDGAR LÓPEZ
El gato Kalipso afina la mirada y coloca el cuerpo para lanzarse en ataque, presiento que algo sucede y pronto me doy cuenta de que un alacrán de cinco centímetros camina horondo por la habitación, el minino se lanza con premura asesina a propinarle un manotazo que lo deja atontado, luego con verdadero arte de guerra, neutraliza el aguijón del arácnido y termina por mascarlo como si fuese un bocado de la cena, en seguida regresa a la cama en donde yo lo contemplo absorto, maravillado por su fino ataque mortal. El minino vio una amenaza y actuó dominado por su instinto, sin culpas ni resentimientos. ¿En nuestro mundo humano, quién es el gato Kalipso y quién el triste bicho muerto a zarpazos?
La monstruosidad es un punto de vista antes que una manifestación inmanente, cada época de la historia va cambiado de opinión respecto a quién y qué es la monstruosidad, la “criatura” del doctor Frankenstein es, ahora, la víctima de su aberrante creador; la deformidad, las alteraciones genéticas, las variaciones biológicas, las hibridaciones (como la niña lagarto de las ferias populares) y las discapacidades, han cambiado de puesto, ahora se considera maligno y repulsivo a quien señala, juzga y discrimina a los individuos bajo estas categorías. Los monstruos contemporáneos van de traje y despachan en la Sala Oval, lanzan bombas sobre países pobres y diseñan estrategias para saquear y desaparecer comunidades enteras. Los tiempos en que Drácula asustaba a los niños han quedado muy atrás del rastro viscoso que deja la horrible criatura política al arrastrarse por los suelos de un mundo podrido al que su infecta existencia lo ha conducido. De esto nos enseñó bastante Tod Browning en su película Freaks (1932), ahí el bicho repulsivo es la rubiecita oportunista y avariciosa que simboliza a la ortodoxia occidental.
Al ser humano le asusta la muerte, la cual se presenta de formas tan variadas como exóticas, la mayoría aspiramos a un deceso indoloro, si es posible en la cama, cobijados por nuestra colcha de tigres de San Marcos, rodeados de personas queridas, que haya poco llanto y que emigremos a ese infierno de las películas con cocteles y muchachas; sin embargo, es de pocos esta dicha, lo que a la mayoría nos espera es sufrimiento, largas agonías, incontables minutos en clínicas, tos de perro en la madrugada, fuertes espasmos, gritos por el horror de una bala enterrada, la hoja de una navaja en la tráquea, contusiones por choque carretero, atragantamiento por hueso de pescado frito, paro cardiaco sazonado con sildenafil, sobredosis de cristal en foco, tumores cancerígenos, contusiones en la regadera, atropellamiento, mala praxis médica, exploración de plantas nativas, venganza de amantes, bombas terroristas, enfrentamiento de rivales, peleas de cantina, secuestro sin cobro, transfusiones, infecciones, gripes nuevas, viejos resfriados, pandemias… Por este temor elemental trascurrimos la vida viendo amenazas en todo y en todos y consideramos monstruoso aquello que desconocemos o que llamamos “lo otro”, despreciamos lo que nos resulta ajeno, diferente y diverso, mientras somos manipulados y subyugados por verdaderos seres deleznables que gobiernan nuestros pueblos (Monrealitos dixit).
Cayo es un artista, pintor e ilustrador español, trabajador prolífico y polifacético, lo mismo pinta un mural que diseña ropa, pegatinas, lienzos, cartones. Sus imágenes poseen frescura juvenil, son cómicas y divertidas, toma la calavera como símbolo y la representa en variadas formas y situaciones, los seres que protagonizan sus obras son aquellos que conforman la pasarela del cine de horror: esqueletos, cuervos, arcángeles malvados, tóxicos alienígenas, cíclopes, anémicas vampiresas, mullidos corazones.
“Monstruos interiores” es una pintura en pequeño formato realizada con pintura acrílica sobre cartón entelado, retrata a un monstruo azul que puede ser cualquiera de nosotros, con ese ojo abultado y el otro que mira profundo a quien lo mira a él, sus dientes de piraña se descubren en un gemido sufriente y su manecita llena de telarañas dice alto a los embates del horror interno, porque es al fondo de uno mismo que los monstruos viven, ahí permanecen acechantes y crueles, en cualquier momento nos pueden tomar, somos suyos, nos gobiernan, son nuestra cara más íntima cuando la mirada de los otros pretende descubrirnos, cuando corremos la cortina y la luz se apaga.
Artista: Cayotiko
Técnica: Acrílico sobre cartón entelado
Medidas: 15 x 15 cm
Instagram y Facebook: @cayotiko