ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
Quiero dedicar un momento a reflexionar sobre el origen de Dum spiro spero, mi columna, debido a la profunda influencia que ha tenido en mi desarrollo como escritor y en las proyecciones de mi trabajo. En el pasado, tuve la oportunidad de colaborar con el Fondo Editorial Estado de México, el sello editorial del Gobierno del Estado de México. Uno de los proyectos más significativos en los que participé como co-cuidador fue Naufragio entre palabras, una hermosa antología de relatos y reflexiones de Mónica Lavín
En Naufragio entre palabras, Mónica Lavín nos ofrece más que una serie de relatos; nos invita a recorrer las distintas etapas de su vida, desde los años formativos hasta su consolidación como escritora. La lectura, para ella, fue un portal a descubrimientos vitales que la llevaron a tomar la decisión trascendental de abandonar su carrera como bióloga y entregarse por completo a la escritura. En sus reflexiones, la autora nos recuerda que la vida no se define solo por datos o hechos, sino por las experiencias y los recuerdos que guardamos, los cuales son, en última instancia, formas de contar nuestra propia historia. Así, su obra se convierte en un viaje íntimo y en una manera particular de narrar. El libro consta de varios relatos y reflexiones, trenzadas con las anecdóticas, que pueden ser aprovechados para quienes gustan de escribir, componer música e incluso la historia. Esto vuelve interesante al mismo libro, pues se amplía y se extiende a distintos caminos de lecturas (y de interpretación), aunque no deja de ser un vistazo a su amplio repertorio y su poética.
El proceso de cuidado editorial del proyecto fue toda una experiencia estimulante, más allá de lo profesional (la corrección y la preparación del libro para su impresión), pues su lectura hizo que tomara la pluma para escribir pequeñas crónicas y reflexiones sobre mi propio camino como escritor. Comencé a replantearme la posibilidad de volver a tener mi columna de opinión, así que pensé qué medio de comunicación escribirle para poder colaborar. Sentí un poco de ansiedad, pues en el pasado estuve colaborando para La Jornada Zacatecas y, por razones que estuvieron fuera de mis manos, debí cerrar mi columna —la razón: el posgrado, que a veces era un fastidio, porque no me daba el tiempo para hacer otras actividades fuera de la academia—. Sin embargo, las directoras de puntos suspensivos me ofrecieron un espacio al que llamé Dum spiro spero: Mientras respiro, espero. El título, que, si bien lo retomo de una locución latina, es de una antología homóloga que publiqué hace unos años. La decisión de retomarlo fue para recordar cómo la escritura ha sido liberadora en momentos difíciles y oscuros, que ahora los veo como polvos en el retrovisor.
¿Qué tiene que ver Naufragio entre palabras con esta columna? Justamente, durante su cuidado editorial, me hice preguntas que he ido respondiendo sobre cómo ha sido mi proceso en la escritura no solo de textos académicos, aunque conforme avancé ha habido otros cuestionamientos y reflexiones sobre otros temas que en su momento me interesaron. Sin duda, ahora con el tiempo, he caído en la cuenta de cómo un pequeño libro ha impactado más de lo que creí, además de que se convirtió en un ejemplo de cómo puedo jugar y estirar mi propia escritura.