ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
Mahito perdió a su madre en un incendio cuando ella estaba convaleciente y un tiempo después su padre se vuelve a casar y los dos se mudan a la casa familiar de la mujer. El niño de doce años vive procesos de duelo, adaptación, así como sus propios cambios físicos para transitar de la niñez a la adolescencia. Al instalarse en esa casa, el niño se topa con una peculiar garza, que le informa que su madre está viva y él decide ir en su búsqueda y llega a otro mundo.
El párrafo anterior es una pequeña sinopsis de la más reciente película de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, que se ha vuelto en una de las películas más populares de la temporada y ganadora del Oscar a Mejor película animada (¡qué bueno!). La película explora temas humanos importantes, sin olvidar la creación de entornos de ensueño. A diferencia de otros trabajos del estudio, esta obra se centra en el dolor y la angustia como impulsores para transformar el espíritu de un joven. A lo largo del duelo, el protagonista experimenta altibajos y dudas sobre el significado de la muerte, los miedos y placeres que pudiera despertar y el papel de su madre en su vida. La película no presenta tal proceso de manera lineal, más bien como una montaña rusa de emociones y con altibajos —en un momento, Mahito se siente un poco mejor y después no, así como nos ocurre cuando vivimos un duelo—. Tal retrato es fabuloso, al acercarnos a esos matices, sin olvidar que se cuenta una historia.
Con lo anterior, no quiero decir que esta película es de autoayuda, más bien es una pieza artística que nos lleva por el duelo e invita a reflexionar sobre cómo vivimos, cómo amamos. Por supuesto, Hayao Miyazaki constituye un juego o guiños a la novela ¿Cómo vives?, de Yoshino Genzaburō, que a la fecha es una de las obras vigentes por tratar y reflexionar sobre el amor y las relaciones personales, así como las carencias económicas. La novela, más allá de un enunciado de tópicos humanos, apuesta por presentar reflexiones para que el lector comience a hacer un ejercicio crítico sobre cómo vive. En esta película, que no es una adaptación sino se inspira en la novela, se pregunta a Mahito cómo vive, para saber, si no una respuesta, una reflexión sobre cómo son sus sentimientos, su acercamiento al duelo y sus primeros pasos hacia la vida adulta, aunque el personaje real es la audiencia, pues esta puesta en escena invita a que piense sobre cómo ha sido su vida, sus retos, sus sueños y su dolor. Tal vez este cuestionamiento es uno de los guiños importantes.
También, las mujeres son importantes, no son figuras femeninas típicas que acompañan al protagonista, más bien son guías para Mahito a partir de su desarrollo y cuidado personales. Ellas representan a los ancianos, al conocimiento y a la experiencia adquiridos con los años y puesto en marcha en distintos períodos. Son guías para el protagonista, también sus cuidadoras en los momentos de mayor necesidad. De ahí la importancia de esas figurillas, las cuales no se pueden mover, aunque una de ellas en el otro mundo haya rejuvenecido. Hablar de estas lindas ancianitas siempre van a provocar sonrisas, alegrías, porque la vejez no es la conclusión de sus vidas, sino la celebración de ellas y cómo vivieron, además de ser un recordatorio de que la vida continúa, aunque no seamos más los protagonistas.
La vida continúa, pero el discurso de la película es optimista: continúa y circula, da la oportunidad para que otras vidas continúen. Muere la madre de Mahito, pero da la oportunidad para que florezca su hijo y la vida de su hermana.
Otra guía es la garza, que parece guardar cierta majestuosidad y se convierte en una vuelta de tuerca, aunque al principio sí temí de ella. Imaginarse sus dientes y su sonrisa cínica.
El niño y la garza es toda una belleza visual, acústica, aunque siempre he dicho: los minutos del incendio es toda una belleza en la animación. El incendio vale la pena.