DAVID CASTAÑEDA ÁLVAREZ
Un acróstico es un juego literario –poético, casi siempre– que exhibe y oculta, al mismo tiempo, una o varias inscripciones de forma vertical. Los maestros de las escuelas secundarias lo utilizan en ocasiones para realizar dinámicas de escritura creativa: acrósticos de nombres, frutas, colores, lugares, etc. Este juego de ingenio tiene sus orígenes en la escritura latina. Según Dick Higgins, en su ilustrativo libro Pattern poetry, Cicerón incluye algunos acrósticos en De divinatione.
Un famoso acróstico de la lengua castellana es el que aparece en la obra La Celestina, el cual revela el nombre de su autor: Fernando de Rojas. En los tiempos de Sor Juana, varios ingenios de las letras novohispanas ejercitaron este tipo de creaciones para ostentarlas en certámenes literarios, dedicaciones y poemas que enaltecían a personajes de toda índole. Aquí presento un bello ejemplo de un libro manuscrito (rescatado por la investigadora Isabel Terán Elizondo), llamado La inocencia acrisolada de los pacientes jesuanos (1816), de Manuel Quiroz y Campo Sagrado.
Las formas del acróstico son más complejas de lo que pensamos. Comúnmente conocemos su presentación clásica, la cual tiene la inscripción vertical al inicio de los versos. Sin embargo, existen otras más elaboradas, como el mesóstico (donde la inscripción se encuentra al centro de los versos), el teléstico (donde la inscripción se halla al final de los versos) y sus combinaciones: acromesóstico, acroteléstico, acromesoteléstico, mesoteléstico, etc.
En este sentido, el acróstico es un artificio de letras ideal para ocultar un nombre. Para Umberto Eco, ese ocultamiento se trata de una especie de disección de la forma y significación de las palabras, una manera de cifrar y descifrar los mensajes. Según el erudito italiano, en su libro En búsqueda de la lengua perfecta, el acróstico se usó entre los cabalistas de la Edad Media para difundir prácticas mágicas en algo que denominaron ars notoria.
En la literatura mexicana del siglo XX no hay demasiados acrósticos memorables. Acaso el más notable sea el “Poema donde se usa mucho la palabra amor”, de Gilberto Owen, dedicado a su amada imposible. El fragmento que a continuación reproduzco aparece en las Obras completas (FCE) y en el libro Me muero de sin usted (Ed. Siglo XXI):
Comienza aquí una palabra vestida de sueño más música
Llevas puñados de árboles en el viento de Orfeo
En los ojos menos grandes que el sol pero mucho más vírgenes
Mañanas eternas y que llegan hasta París y hasta China
Ese otro ojo azul de párpados de oro en el dedo
No sabrías sin él Niágaras a tu espalda de espuma
Tampoco el sueño duro en que nada cabría como nada en el huevo
Iba el sabio bajo la fábula y volvió la cabeza
Nadie sino él mismo recogía las yerbas desdeñadas
Así me lloro vacío lleno de mi pobreza como de sombra
El acróstico coloca un secreto a la vista de todos. De acuerdo a las ideas neoplatónicas, el Universo y la Naturaleza expresan un lenguaje que podemos observar a simple vista y, no obstante, ese lenguaje se encuentra cifrado. Un mensaje oculto que debemos desentrañar mediante la inteligencia: un código divino en forma de un misterioso acróstico que atraviesa la realidad entera. Debieras preguntarte, lector, ¿cuál es esa inscripción invisible que nos dice el verdadero nombre de las cosas y está frente a tus ojos?