ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
Mi madre cumple años este día. No estoy seguro si deba preguntar su edad, a menos que quiera emular las veces en las que alguien preguntaba o mencionaba la edad de Paulina Serracín. Cumple, aunque sé que estará, si no festejando en grande, disfrutando el día, tal vez con sus amigas, su esposo (mi padre) y sus perros. Me ha resultado peculiar que ella oculte su edad y evada con respuestas ingeniosas; que diga sin decir, con la justa cortesía y la decencia de una dama y el cinismo y el humor de una persona ingeniosa; que vaya al salón de belleza, cambiándose el estilo, no tanto para rejuvenecerse, sino resaltar esa belleza y esa picardía que no se oculta con maquillaje; que juegue con sus mascotas, las chiclosas, como lo hizo con Huesos y los salchichas, y que se daba su tiempo para visitar a su madre.
Uno de los recuerdos es que ella siempre ha sabido perfectamente qué deseaba comer, se preparaba su comida y su bebida favoritas, dándose el espacio para enseñar a quien quisiera escuchar, a veces eran primos, mi abuela e incluso yo (para mí mala suerte, no tengo una memoria prodigiosa para recordar tantos detalles). Ella siempre abre su espacio para dar experiencias culinarias. Después de todo, su manera de demostrar el afecto a otros y a sí misma es a partir de la cocina. Aunque también le encanta la jardinería (la casa infantil no sólo se volvió el cementerio de nuestras mascotas, sino un jardín en el que las homenajeamos).
Otro recuerdo es ver su emoción al recibir rosas, entre más grandes y frondosas, más era su emoción. Me parecía peculiar ver ese brillo en sus ojos y, al hacérselo notar, sólo hacía comentarios para “distraer”. Aunque no se le va nada, atendiendo siempre a los detalles. Como aquella ocasión en la que recibió un perfume, tan dulce que prefirió regalarlo, pues la hacía sentir vieja, la hacía sentir una mujer sin estilo. La persona que se lo dio preguntó por él y no supe con exactitud qué fue lo que dijo —“nunca regales perfumes, a menos que sepas con exactitud cuál es el que desea la otra persona”.
A pesar de la distancia, que en sí misma desaparecen, no quise dejar pasar este día, por la importancia personal. Así que brindo por ella, a la distancia.