ALBERTO AVENDAÑO
Saber de dónde venimos es saber la naturaleza de la tristeza hereditaria. Entender nuestro pasado es leer el futuro de la manera más certera. Karen SalAzar Mar (Zacatecas, Zacatecas, 1993) nos trae ahora “Genealogía”, editado a finales del año pasado por Vocalibus en Toluca, una pequeña plaquette en la que encontramos su historia emocional/familiar, que saliendo de los clichés que todo lo quieren hacer ver como universal, se nos muestra de la manera más personal e individual. La metáfora principal es el pasado, igual a una escenografía sencilla parece demasiado convincente: tocando el poema con nombres de personas que se transforman en el recurso retórico dentro de la gran metáfora: el libro.
Me gusta demasiado que la poesía de Karen sea cruel, pero también elegante y bonita. No hay pretensiones, no hay adornos que entorpezcan el poema. La poética de Karen es un mundo aparte de cualquier cátedra de poesía, en su ritmo y su nostalgia aparece ella buscándose (¿Pizarnik?) sin saber que toda ella es lo que escribe. Hay anécdotas simples, nada de fantasías, porque la verdadera vida transcurre así. Entre la aparente sencillez. Hay un laberinto de emociones en el que, como lector, me siento atrapado cada que leo algo nuevo de la poeta. Me confundo y busco salir, pero es inútil, me vuelvo parte del poema. Suspiro. Me reinicio.
En este mundo de poetas institucionales y lauredos los textos poéticos de Karen son parte de lo que quiero como casa. Escribir desde ese lugar que escribe ella es a lo que todos como poetas deberíamos de aspirar.