ANA RODRÍGUEZ MANCHA
El descubrimiento del fuego como elemento principal en la supervivencia humana ha existido desde los tiempos ancestrales, ejemplo de ello tenemos al Homo Erectus, quien lo utilizaba para proveer calor e iluminación, cocción de alimentos y la fabricación de herramientas, permitiendo así la evolución personal en la sociedad; otra mención especial del fuego fue en la mitología griega, en la que el titán Prometeo, robó el fuego a los dioses en un tallo, para entregarlo a los seres humanos, acción que ocasiono que Zeus castigara tal acto de rebeldía.
Hipócrates, el padre de la medicina, fue pionero en la atención primaria de las quemaduras, describió el uso de la grasa de cerdo derretida para la impregnación de vendajes en pacientes quemados, hidratando la lesión y evitando el contacto directo piel con piel. En la actualidad constituye un problema de salud pública, y más en fechas decembrina, que es cuando la estadística aumenta, dadas las celebridades en las que, como parte de éstas, se utilizan desde adornos navideños de luces, aparatos electrónicos, calentadores eléctricos y anafres de carbón, uso inadecuado de velas, que en ocasiones provocan incendios, por otro lado tenemos la pirotecnia que provocan desde quemaduras y estallamiento de piel llegando a perder hasta un miembro del cuerpo, como dedos, un ojo o daño severo en la cara. Lo antes expuesto ha registrado daños irreparables en la vida de las personas y por supuesto de las familias, por siniestros que pueden ser totalmente prevenibles y, sin embargo, este problema sigue estando entre las primeras causas de mortalidad y discapacidad.
Las quemaduras actualmente ya no se consideran “accidentes” porque son sucesos que no aparecen por azar, sino que son producto de la falta de prevención derivada de la exposición repetitiva en algunas actividades de riesgo, definiéndola como siniestro preventivo. Y éstas se clasifican según el agente causal que las produce, como el frío, el sol, agua o aceite caliente, los ácidos, las sustancias alcalinas, las descargas eléctricas etc. De tal suerte que como primer medida de prevención, orientada a la educación primaria, se genera en los hogares, donde se hace preciso evitar que los niños y niñas se acerquen a la estufa, jueguen o manipulen cerillos, encendedores, juegos pirotécnicos o cualquier objeto que produzca fuego, al cocinar evitar dejar el mango de los sartenes fuera de la estufa, no utilizar anafres con leña o carbón encendido dentro del hogar, no colocar velas encendidas cerca de material inflamable y vigilancia continua de niños y adolescentes, e igualmente los aparatos electrónicos una vez que se utilizan se desconectan, por lo que respecta al tema de los adornos con luces navideñas en primer término es comprar los que tengan normas de calidad adecuadas e igualmente que los aparatos electrónicos es desconectarlos para que no se queden encendidos toda la noche o bien cuando no estés en casa no dejar nada encendido
La sintomatología de una quemadura de primer grado se caracteriza por una coloración rojiza, con dolor y ardor; la quemadura de segundo grado, afecta capas más profundas de la piel, produciendo ampollas, enrojecimiento, dolor y ardor de mayor intensidad y las quemaduras de tercer grados, tienen una extensión más amplia incluyendo piel, musculo y hueso. Los primeros auxilios se enfocan en disminuir secuelas y preservar la vida, antes que nada se debe conservar la calma, retirar el agente que ocasionó la quemadura, solicitar ayuda, descubrir y liberar el área afectada de ropa, si la tela está pegada, no se debe manipular, inmediatamente se debe hidratar, irrigando la afección con abundante agua limpia, con el objetivo de enfriar la lesión, cubrir la quemadura con gasas, apósitos o un pañuelo limpio mojado, para evitar la contaminación, no aplicar ungüentos, pomadas o remedios caseros y acudir de forma inmediata al servicio de urgencias, o llamar al servicio médico de emergencias al 9-1-1, sobre todo si la quemadura presenta ampolla, es profunda, afecta la cara o tiene gran extensión en el cuerpo.
Prevenir no es una tarea sencilla, en un mundo en el que las actividades diarias, como el trabajo, la escuela, los hijos e hijas, el esposo o esposa, las labores domésticas y actividades sociales, absorben el tiempo, las ganas e ilusiones de hacer una vida tranquila, plena y feliz, pero no todo es turbio y sin esperanza, hagamos un cambio en nosotros mismos, procurando ser más previsores, visionarios de los riesgos personales y sembradores de buenas prácticas, con pequeñas acciones que hacen la diferencias a largo plazo en nuestras familias.