JOSÉ ARMANDO INFANTE
1Después de arduas negociaciones, el 1º de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, donde México firmaba un pacto comercial con Estados Unidos y Canadá, lo que se veía como el logro más relevante del sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari.
En esa misma madrugada, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional lanzó una declaración de guerra contra el Estado mexicano con demandas de justicia y reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas de México y de los pobres, y tomó por las armas cinco cabeceras municipales del estado de Chiapas: San Cristóbal de las Casas, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo y Chanal.
Ello supuso una crisis política del sistema político mexicano que rompía la hegemonía del PRI como la segura alternativa de la continuidad en el poder, lo que se agravó con el asesinato del Luis Donaldo Colosio, candidato oficial, el 23 de marzo de ese año; y la subsecuente muerte en otro atentado del secretario general del PRI, Francisco Ruiz Massieu, el 28 de septiembre también de ese año de 1994.
Está claro que 1994 nos decía que México no volvería a ser el mismo. Todos estos acontecimientos derivaron en una reformulación del Estado Mexicano en el que se tuvo que hacer una autopsia de la que escasamente se supieron los resultados.
El TLC funcionó para favorecer a ciertos grupos de poder político y económico.
El Ejército Zapatista se mantuvo beligerante todo el tiempo que le dio la gana y aunque se pregonó su empuje a la democracia, Chiapas sigue siendo una tierra de caciques, mafias y de discriminación a indígenas.
Por más tumbos mediáticos de las investigaciones y los escándalos, publicitadas teorías de la conspiración, no pasamos de la tesis del “asesino solitario”.
Y en la investigación acerca del asesinato de Ruiz Massieu, se recurrió hasta a la magia y la quiromancia y se terminó con resultados nebulosos con un culpable cuñado de la víctima y hermano del Presidente de la República, detenido en 1995 y absuelto diez años después; otro imputado culpable, el entonces diputado Manuel Muñoz Rocha, a quien se le declaró desaparecido, se presentaron sus supuestos restos localizados en el predio El Encanto de Raúl Salinas, gracias a la información proporcionada por Francisca Zetina, vidente conocida como “La Paca”, pesquisas y testimonios montados sirvieron para declararlo culpable en su momento.
Versiones posteriores aseguran haberlo visto en Texas y pretendidamente luego fue asesinado, aunque no existe certeza para esas afirmaciones.
Han pasado 30 años de estos acontecimientos y tal parece que nuestra flaca memoria diluye en la nada aquellos hechos, aunque luego pudimos ver cómo el PRI perdió la presidencia, se consolidaron otras opciones políticas y los grupos de poder empezaron a reposicionarse para no quedar fuera de las tajadas del pastel.
Todo ello nos viene a la memoria con la lectura de la novela El rito del poder, del zacatecano Gonzalo Lizardo, en donde emprende el difícil camino de la memoria de nuestro pasado reciente a través de un thriller político permeado por los sobrenatural, el mito y la superstición.
La novela, a pesar de todo, no pretende un valor testimonial ligado a los hechos, pues se afirma que el “libro es una obra de ficción. Todos los nombres, personajes, compañías, lugares, diálogos y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente”.
O, como lo advierte el propio autor: “En esta novela todo es ficticio, excepto las partes que el mito ha infectado”.
Así que de entrada, esta novela nos permite una mirada a esa época convulsa y los mitos que han trascendido, más allá de su memoria.
Con el antecedente de una declaratoria íntima del confeso asesino del candidato oficial, un caballero águila asegura actuar bajo los designios de Scheva, la mujer de los labios, dientes, ojos y guantes negros, la Santa Muerta, su protectora, la que le dijo en sueños que se elevaría sobre la tierra el reino más funesto de todos y el penúltimo rey sería el más poderoso, el más violento, que siega vidas a dentelladas y se convierte en el poder que tiraniza el país, y que le ordena acabar con el heredero de ese dragón que tiraniza al pueblo, mata de hambre a los campesinos y devora de cansancio a los obreros.
Como caballero águila, tendría que sacrificarse para servir a la nación, al pueblo, a la patria, alzando un arma como espada justiciera, y ay de aquellos que no lo vean así, atados por sus iniquidades, recubiertos por su propia corrupción, cegados por el rito del poder, como lo predijo Scheva, su diosa protectora.
Con este antecedente da arranque la historia de Moctezuma López Chew, Moloch, un metalero reportero de lo insólito, y su novia, Cristina Olvera Báez, la Anti-Kris, que se desempeña como reportera de la sección política del periódico Unomásuno de entonces. Providencialmente, quizás no, Cristina es testigo del asesinato del secretario general del partido, lo que desencadena una pesquisa para indagar acerca del o los asesinos y sus motivaciones.
El derrotero transita por las intrigas políticas de los distintos grupos políticos que se disputan el poder, elementos sobrenaturales, magia negra y ritos satánicos, aderezados por la visita a hechos intrigantes que parecen haber quedado en la especulación, el mito y la leyenda, como la desaparición y muerte de la escritora, bailarina y coreógrafa Nellie Campobello; así como la extraña desaparición sin datos de Jacobo Gringberg, prestigiado neurofisiólogo y psicólogo que se dedicó al estudio de la brujería, el chamanismo, la parapsicología, la telepatía y la meditación mediante el método científico.
De este modo, la intriga transcurre en un tono fársico apenas perceptible, a través de una narrativa ágil, fresca, que le permite aventurarse entre ritos satánicos, sortilegios, amuletos y el regodeo de los mitos que estructuran la conciencia colectiva en el México moderno.
En su desarrollo, Moctezuma López Chew, el Moloch, Molochito, como le dice su novia Cristina Olvera, dice que de pronto observa la Ciudad de México como si fuera otra: como si debajo de lo real se escondiera una ciudad que escondiera una ciudad de espíritus, fantasmas y demonios en perpetua pugna.
Cada uno de estos personajes va avanzando en sus investigaciones periodísticas, que los llevan a percatarse que los narcopolíticos desean que estalle la guerra para arrancarle el liderazgo del partido a sus enemigos, los espiritistas científicos, tecnócratas aliados con la Iglesia y la Milicia del Señor.
Aunque cada uno se va dando cuenta que los dos bandos son infames porque han construido su poder mediante la opresión y el engaño. El poderoso e intrigante personaje del Altísimo Eliasista es el que va ganando en esta trama, porque él se ha propuesto sembrar un estado de caos que permita militarizar el país e instaurar un narcogobierno en México, con disfraz de democracia capaz de intimidar a las naciones extranjeras.
A un ritmo galopante, lo real, lo onírico, lo mágico y lo satánico se entrecruzan para describir un país maldito, sin dios, sin madre y sin ley.
Al conocer los entretelones de la historia por Moloch, Salomé Bronstein, un empresario con facha de hippie quien es el editor del Semanario de lo Insólito, sentencia tajante: esta historia entre brujos, narcos y políticos es tan absurda que debe ser real.
Las aristas de la novela son múltiples y nos llevan a los asideros que necesita la memoria para perpetuar sus mitos, aunque nos lleva por el insólito camino que nos marca la propia realidad, aunque se presente en una conjura pseudognóstica, urdida por un poder siniestro y secreto. Se trata de un poder que desea someter al gobierno y al pueblo de México mediante el crimen, el terror y la hechicería.
Todo es ficción, como se advierte, pero seguro que esta novela es un sortilegio para que los mitos nos permitan traer a la memoria el comportamiento de los ritos del poder en México.
Gracias.
1 Texto leído en la presentación de la novela El rito del poder, de Gonzalo Lizardo, Editorial Martínez Roca México, 2024, 330 pp., en la 23 Feria del Libro Los Mochis 2024, el 24 de noviembre de 2024.