Por Adso E. Gutiérrez Espinoza
El diez de septiembre se conmemoró a nivel mundial la prevención del suicidio, lo cual me ha resultado relevante hacer unos cuantos apuntes al respecto, que no son o no quieren identificar el hilo negro. El problema resulta ser complicado, por los distintos factores (biológicos, genéticos, económicos, psicológicos, médicos y ambientales, entre otros) que interactúan, además de los posibles estigmas alrededor del tema.
¿Qué es lo primero que pienso cuando escucho “suicidio”? Pienso en los estoicos antiguos, que valoraban a la vida y el papel de cada individuo para mejorar no sólo, valga la redundancia, la vida individual, sino la colectiva. Detrás de cada idea estoica viene implementada un juego de dobles, yo-tú confluyendo en un colectivo, y en el suicidio es similar. Los estoicos pensaban que la vida tiene sus retos, sus dificultades, con las que el ser humano enfrenta día a día y debe mantener la templanza y obtener experiencias y conocimientos para mejorar su vida. Pero, sin duda, hacerlo es difícil, si no se cuenta con o no se han madurado ciertas herramientas —similar a lo que Miyato Musashi abordaba en su manual samurái El libro de los cinco anillos— que permitan vivir y enfrentar cada dificultad en la vida. Por supuesto, con estas últimas líneas no pretendo dar una clase magistral sobre el buen vivir, sino intentar entender cómo es que se tienen momentos de quiebre. Esas rupturas que nos confrontan y, en algún momento, podrían sacar lo peor de nosotros. No obstante, ¿realmente se cuentan con esas herramientas, si hay una necesidad por desarrollarlas para enfrentar las dificultades de la vida? Musashi es más indulgente, en el sentido de que responde a esa inquietud y su solución es la siguiente: trabajar de manera continua, establecer metas a corto, mediano y largo plazo, aprender a partir de nuestras necesidades y buscar por todos los medios cubrirlas; la cobertura de esas carencias es mediante la actividad, en su caso ser samurái, las artes y la educación, claro sin perder de vista el tener un maestro que funcionara también como guía. Los estoicos pensaban que la razón era indispensable para confrontar estos embates de la vida, pero también resolver lo que se pueda y aceptar lo que se venga, idea con la que Musashi también coincide.
Aunque el suicidio no era del todo aceptado —suicidarse no era sólo un crimen contra sí mismo, sino con la sociedad, por el papel y el valor del sujeto que pudo desempeñar, su riqueza en cuanto conocimientos y su habilidad para darle posiblemente una solución a problemas sociales—, el estoico creía que era una salida para solucionar, siempre y cuando no hubiera otra opción o bien sea la solución. Con esto, se entiende que los estoicos defendían también la integridad y la calidad de vida de cada individuo, asumiendo que si ellas quedaban en entredicho, afectadas, el individuo podría actuar de esa manera.
Por otro lado, los médicos actuales, occidentales en este caso, al recibir a un sobreviviente, vaya palabra tan peculiar, lo canalizan al área de psiquiatría, por supuesto informando a la familia, para que el individuo sea evaluado. Esta valoración parte de que el paciente podría tener un cuadro de padecimiento mental, como depresión o ansiedad.
Qué podríamos decir, por ejemplo, en países orientales en donde los niveles de suicidio entre estudiantes son altos, muchos de ellos derivados a sus fracasos académicos y a la exigencia de los padres y la propia sociedad. Partiendo de que en Oriente hay una alta competencia en los distintos espacios. Además de que las exigencias laborales, impuestas por sí o por terceros, son también agravantes, al grado de que la presión los hace considerar y cometer el suicidio. Qué podríamos decir, por ejemplo, de las condenas bíblicas y culturales hacia el suicidio, en las que el “castigo” es el sufrimiento en uno de los tantos círculos del infierno, pues se considera que la vida es un regalo divino. Qué podríamos decir, por ejemplo, de aquellos que perdieron su trabajo y, al parecer, no encuentran una salida. Qué podríamos decir, también, de esos que cometen crímenes contra otros y prefieren suicidarse por el remordimiento y, en algunos casos, no ser ajusticiados.