FROYLÁN ALFARO
Hace unos años, cuando aún era estudiante, leí El valor de educar de Fernando Savater. Me pareció un libro interesante y les recomiendo realizar una lectura crítica del mismo.
Como estudiante y ahora como docente, considero que el sentido de eso que llamamos educación se ha tergiversado. Considero, como muchos otros, que la educación debería aspirar a la formación integral del ser humano, cultivando su intelecto sin descuidar su capacidad crítica y ética. Sin embargo, actualmente caminamos lejos de este propósito, pues la educación ha degenerado en un proceso de adiestramiento que se enfoca en producir individuos funcionales, pero desprovistos de pensamiento crítico.
Platón, en su “República” presenta la idea de que la educación debe cultivar el alma, formar ciudadanos virtuosos y pensadores críticos. Esta noble misión parece ausente en el sistema educativo contemporáneo, en el que formamos individuos eficientes para seguir órdenes y cumplir tareas, pero carentes de la habilidad de reflexionar y cuestionar su entorno y a sí mismos.
En el mismo sentido, Kant enseñaba que la ilustración era la salida del hombre de su autoimpuesta minoría de edad. La educación, siguiendo esta idea, debería motivar a los estudiantes para que piensen por sí mismos y cuestionen las verdades establecidas. Pero eso sería muy incómodo, sobre todo para las escuelas, donde se ejemplifica mejor el argumento de autoridad, especialmente si los profesores son incapaces de responder con argumentos sólidos a los cuestionamientos de alumnos irreverentes.
En contraste con lo que es, la educación debería ser un proceso de descubrimiento y transformación, un proceso emancipador que libere al individuo de las cadenas de la ignorancia y lo guíe a la autorrealización, es decir, al desarrollo pleno de sus potencialidades intelectuales. Sin embargo, grande es la distancia entre el deber ser y el ser. La educación actual se ha reducido, de manera preocupante, a un mecanismo de adiestramiento técnico, consecuencia de una visión utilitarista del ser humano, donde el valor de la persona se mide en términos de su capacidad para desarrollar funciones específicas dentro de un sistema económico.
La educación, insisto, debería ser un medio para el cultivo de la curiosidad, la creatividad y la autonomía moral. La pérdida del valor intrínseco de la educación es una traición a la verdadera misión de formar seres humanos completos y conscientes de su papel en el mundo.
Pero surge una pregunta incómoda: ¿a quién corresponde el papel de educar? La responsabilidad de educar debe ser compartida entre la familia y la sociedad. Sin embargo, ante la actual dinámica de evasión de responsabilidades, los padres, consumidos por el ritmo de vida contemporáneo, delegan la formación de sus hijos a las instituciones educativas. Éstas, a su vez, bajo la presión de políticas y estándares administrativos que poco o nada saben de educación, en el sentido más noble del término, redefinen su labor, limitándose a la instrucción técnica.
Esta dinámica genera un vacío moral y ético, donde nadie asume la responsabilidad completa de la formación integral del individuo. De la misma manera, la figura del educador, que debería ser un guía y mentor en el desarrollo del pensamiento crítico y ético, se ve relegada a la de un mero instructor, por lo que la educación pierde su dimensión formativa y se convierte en capacitación para la vida laboral.
Cabe aquí preguntarse ¿Qué tipo de sociedad tendremos en consecuencia si dejamos de lado la educación de los individuos y nos enfocamos únicamente en capacitar? Todos podemos adivinar la respuesta y por ello digo que se necesita mucho valor para no educar. Es obligatorio un compromiso renovado por parte de todos, pues sólo a través de un esfuerzo conjunto podremos devolverle a la educación su verdadero valor, asegurando un futuro donde la humanidad no solo sobreviva, sino que florezca en su plena capacidad.
Es muy interesante,y sobre todo es una realidad que cada día solo buscan adiestrarnos y no buscan cultivarnos en el verdadero conocimiento, que es lo que cada día hace más falta en esta sociedad y no solo el echo de saber acer algo como espejos..