Por Ana Guadalupe Rodríguez Mancha
En la época prehispánica, se consideraban a los niños como un regalo de los dioses, algunos eran comparados con objetos preciosos como las piedras o las plumas y se creía que su formación había sido por un ente supremo “en lo más alto de los cielos”. Lo más común era que desde su nacimiento todas las madres, sin excepción, alimentarán a su bebe con leche materna y, si por alguna razón pasaba lo contrario, lo consideraban como una deshonra materna por privar al hijo del alimento natural.
Siglos más tarde se mantuvo en boga la Nodriza o chichihua: mujer que era contratada para amamantar a hijos ajenos, ella debía poseer ciertas características como la apacibilidad, ser parte de una buena familia, se cariñosas, joven de 25 a 30 años, y con abundante cantidad de leche para el buen crecimiento y desarrollo del niño. Años más tarde, hubo un aumento en la mortalidad infantil por asfixia e infecciones, todo a causa de que las nodrizas utilizaban el acto de amamantar como oficio bien remunerado, aportando no sólo nutrientes, sino microorganismos que se transmitían por la leche, ocasionando por mencionar alguna la epidemia de sífilis y como acto seguido llevó a reformar la salud como un derecho constitucional exclusivo de la madre.
Dentro de las actividades de la semana de la lactancia materna, que se celebra del 1 al 7 de agosto a nivel mundial, se encuentra el reforzamiento, difusión y educación sobre la importancia de la leche materna en la madre y el niño, capacitando a las madres gestantes y próximas lactadoras de amor, sobre los beneficios del binomio y sobre todo evitar el destete temprano de este vital alimento; y es en la consulta de medicina familiar donde surgen múltiples preguntas, respecto al fenómeno que muchas madres primerizas presentan, la poca o nula producción de leche (hipogalactia), y que este entre otros factores el motivo que les hace abandonar este maravilloso acto de amor.
La hipogalactia se puede definir como la escasa producción de leche materna, que no satisface las necesidades nutricionales del bebe, pero ¿cómo podemos identificar una hipogalactia real? Lo primero que debemos incentivar es el control del niño sano y las consultas del puerperio, en las que se pueden identificar factores de riesgo, como la escasa ganancia de peso del bebé o la poca orina concentrada y de olor fuerte, como signos de poca ingesta de alimento.
Una vez detectada la hipogalactia debemos buscar la causa desencadenante como los pezones invertidos, piercing en el pezón, cirugía de mama, obesidad, diabetes, síndrome de ovario poliquístico, el consumo de tabaco, alcohol, fármacos, mujeres portadora de anemia, desnutrición, hipertensión, estrés, aversión a la lactancia, rechazo del niño, fatiga de la madre o depresión posparto, así como el retraso en el comienzo de la lactancia, tomas infrecuentes, no dar tomadas nocturnas, o el uso de biberones y chupones.
Es importante la detección precoz de factores de riesgo que puedan impactar en la hipogalactia, se debe reforzar primero la confianza de la madre y resolver el problema de origen, se sugiere favorecer el descanso de la madre, dejar mamar al niño frecuentemente, como mínimo 8 veces en 24 horas, dejar al niño mamar el tiempo que quiera en cada toma y ofrecer ambos pechos, evitar horarios rígidos, las tomas deben ser a demanda, evitar agua o alimentación complementaria en menores de 6 meses, capacitar a la madre a mejorar el agarre y si aún persiste la molestia la implementación farmacológica de galactogogos como la metoclopramida, domperidona o sulpiride que deben ser supervisados y recetados por su médico.